domingo, 23 de diciembre de 2012

IV. Soldado



Aunque la ventana estaba cubierta por las cortinas, éstas eran lo bastante finas como para que los primeros rayos de sol de la mañana se filtraran por ellas. Acostumbrada durante siglos a la tenue penumbra de Valhalla y, posteriormente, Nova Chrysalia, Lightning despertó en cuanto aquella débil luz rozó sus párpados. Tardó un poco en recordar dónde estaba, y sonrió para sus adentros al oír la suave respiración de Hope junto a ella; al girar la cabeza hacia él, vio a su amigo de espaldas a ella, arrebujado entre las sábanas de forma que sólo le veía parte de su camisa blanca y el cabello plateado que le cubría la nuca, más largo y lacio que cuando era un adolescente.
Lightning sonrió brevemente al acordarse de lo mucho que le había costado convencer a Hope de compartir dormitorio. Él siempre había sido dulce y tímido, pero parecía que con los años aquellos rasgos habían derivado en una caballerosidad digna de mención. Tal y como había supuesto, Hope no intentaba aprovecharse de ella; visto lo visto, lo más probable era que se pasara semanas disculpándose si la rozaba por accidente.
Miró el reloj incrustado en la superficie de la lámpara de la mesilla de noche: las siete y diez. No sabía a qué hora se levantaba Hope para ir a trabajar, pero prefirió dejarle dormir. Al fin y al cabo era el Director; tenía derecho a descansar un poco más y acudir algo más tarde a las oficinas de la Academia, máxime cuando trabajaba tan duro y durante tantas horas sin descanso.
Ella, por su parte, tenía otro largo día por delante. También se merecía un descanso después de haber limpiado a conciencia el piso de Hope, pero se negaba a ser una carga para él. Eso implicaba volver a trabajar como una más aun habiendo sido una guerrera divina, pero sólo manteniéndose ocupada podía sentirse satisfecha consigo misma y también ganarse el sueldo para conseguir y mantener una casa propia.
Sin embargo, Lightning tenía el presentimiento de que su estancia en casa de Hope iba a ir para largo. La vida en Academia parecía de todo menos barata.
Procurando no despertar a su amigo, la joven se levantó, se desperezó como un gato y cogió su ropa de la cómoda para cambiarse en el cuarto de baño: un jersey violeta de cuello alto, unos pantalones marrones y chaqueta y botas negras. Era prácticamente la única ropa que tenía, sin contar su atuendo de Nova Chrysalia, pero no tenía intención de pedirle prestado nada a Hope. No podía y no quería depender de él para todo; le haría sentirse como un parásito.
Una vez se hubo duchado, vestido y arreglado mínimamente, se dirigió a la cocina para hacerse un desayuno rápido y salir a resolver cuanto antes lo que tenía pendiente hacer desde su llegada a la ciudad. No sabía muy bien cómo utilizar la tostadora, muy diferente a las que ella había usado a lo largo de su vida, así que se limitó a hacerse un café con leche con un poco de pan, y mientras tanto estudiaba con atención el plano de Academia que Hope le había dado la noche anterior.
El cuartel de la Guardia no estaba demasiado lejos de las oficinas centrales de la Academia. Tenía su lógica, pensó Lightning apreciativamente, porque en caso de emergencia en la institución, los protectores de los civiles apenas tardarían en presentarse allí y solucionar el problema con mucha mayor eficacia. Además, había pequeños puestos de vigilancia en diferentes puntos estratégicos de la metrópolis destinados a la patrulla de las calles.
Terminó su frugal desayuno rápidamente, impaciente por comenzar a trabajar. Ella no era una persona acostumbrada a quedarse quieta en un lugar. A Lightning le gustaba esforzarse y saber que sus éxitos eran merecidos. La vida militar, en ese sentido, le venía que ni pintada.
Ya se disponía a salir del piso cuando pensó en que no le había dicho nada a Hope acerca de su plan para aquel día. Si su amigo se despertaba y no la veía, podría preocuparse, y conociéndole no sería extraño que se lanzara a las calles a buscarla. La joven recordó lo mucho que le había costado que Hope no abandonara su rol de guía y ayudante a distancia durante su viaje por Nova Chrysalia cada vez que se hallaba en una situación peligrosa, y sonrió divertida al tiempo que buscaba papel y lápiz para escribir una nota para él.
No era muy larga, pero a Lightning no se le daba muy bien dar explicaciones. Confiaba en que decirle simplemente que iba a presentarse en el cuartel de la Guardia y que esperaba no regresar muy tarde le bastara para evitarle una preocupación extra. A juzgar por lo poco que Hope le había contado el día anterior, la Academia tenía muchísimo trabajo pendiente en un mundo que apenas una semana antes se había librado de la destructiva influencia del Caos.
Una vez la hubo terminado, Lightning entró en el dormitorio procurando hacer el menor ruido posible para no despertar a Hope, algo complicado debido a la dura suela de sus botas y el sonido seco de sus pasos sobre el suelo de madera. Dejó la nota sobre la almohada, de forma que su amigo la viera cuando despertara. Al rodear la cama, se detuvo brevemente y observó al joven dormido con una media sonrisa en sus labios. Parecía tranquilo, lo cual era todo un logro teniendo en cuenta todas las responsabilidades que tenía que cargar.
“En ese punto, somos iguales”, pensó Lightning frunciendo el ceño. Del poco tiempo que había dedicado a observar a aquellos que no eran su hermana Serah, había visto fragmentos de la vida de Hope, y por lo que había observado, su amigo había sacrificado su infancia, ya destrozada por la Purga y su periplo como lu’Cie, en pos de sus estudios para ayudar a sus amigos. “Aunque cargamos nuestras responsabilidades de forma muy distinta, el mundo entero dependía de nosotros.”
Sí, ciertamente así había sido, se dijo la joven, y sacudió la cabeza antes de abandonar el dormitorio y cerrar la puerta cuidadosamente. Ella había luchado por el futuro con la fuerza de la espada y la magia en Valhalla, mientras que Hope se dedicó en cuerpo y alma a la investigación y creación del Nuevo Nido desde el Gran Paals. Y ambos se habían servido de Serah y Noel para tener éxito en sus respectivos proyectos.
Lightning no pudo evitar pensar que, a pesar de haber estado separados en el tiempo y en el espacio, ella y Hope habían estado colaborando en la salvación del futuro antes de la caída de Etro de manera más estrecha de lo que creían.
La recibió el brillante sol de la mañana, reflejado en los innumerables cristales de la enorme ciudad de Academia. Lightning tuvo que cubrirse los ojos momentáneamente, hasta que la súbita luz dejó de deslumbrarla. Echó un vistazo al mapa que le había dado Hope y después recorrió con la mirada las calles, suspendidas sobre un inmenso vacío. Comprendió que Academia constaba de numerosos niveles, pisos en la misma ciudad, paseos y avenidas que entretejían una complicadísima, laberíntica red de conexiones entre los distintos distritos. Sin las detalladas direcciones que Hope le había anotado, además de marcar el cuartel de la Guardia en el mapa, se habría perdido a los diez minutos de vagar por la metrópolis.
Por suerte, no había perdido el sentido de la orientación. Tardó un poco en comprender cómo estaban comunicadas las calles, pero una vez lo logró, fue ayudándose tanto del mapa como de las señales para ir acercándose poco a poco a su destino. Afortunadamente había salido de casa con tiempo de sobra.
Sin la gente que otrora la había habitado, Academia parecía vacía y muerta. Sin embargo, aún conservaba aquel aire de cooperación y hermandad que la había impresionado profundamente en el momento en el que pisó sus pulidas aceras. Hope le había contado que la habían construido los propios ciudadanos, y que era aquel sentimiento lo que había quedado grabado en cada calle de la ciudad, según contaban las leyendas. A Lightning le resultaba desconcertante que se contaran leyendas sobre una ciudad tan moderna, pero no dejaba de ser cierto que Academia ya llevaba existiendo desde hacía cuatrocientos y quinientos años cuando Hope despertó en su cámara del tiempo.
“Me gustaría ver Academia tal y como era antes”, pensó la joven, lamentando las innumerables pérdidas que la muerte de Etro había traído consigo. “Si hay alguien que pueda conseguirlo, ése es Hope. Parece mentira que el crío miedoso que se pegaba a mis talones en las Cumbres Infames se haya convertido en una especie de mesías para esta gente.”
Se rió para sus adentros al tiempo que vislumbraba un poco más lejos el emblema de la Guardia grabado sobre un gran edificio. Comentarle a Hope lo que acababa de pensar podía desencadenar dos reacciones: o bien ofenderle al poner de manifiesto su debilidad como adolescente, o volverle incapaz de pronunciar dos palabras seguidas sin trabarse por la vergüenza.
No había ningún soldado guardando la entrada del edificio. Lightning sabía que no contaban con muchos efectivos y que no era probable que les atacara nadie, pero aun así frunció el ceño con desaprobación. En su opinión, un soldado no debía bajar la guardia jamás.
Atravesó la puerta del cuartel sintiéndose incómoda ante las miradas inquisitivas de los pocos soldados que había en el interior. Era extraño volver a solicitar su ingreso en la Guardia cuando no hacía ni diez días que había sido la Campeona de Etro y la Liberadora de Almas. Pero, a juzgar por la sonrisa burlona que algunos de los soldados le dirigían, no tenían ni idea de quién era ella, sino más bien se preguntaban qué tenía que hacer una mujer allí.
Lightning ni siquiera les miró. Pasó de largo y se dirigió hacia uno de los hombres que daba instrucciones a su alrededor. La placa que cubría su hombro derecho, marcada con dos líneas luminosas de color verde, le señalaban como capitán.
Al verla acercarse, el soldado enarcó las cejas casi con sorna.
-¿Desea algo, señorita?-preguntó, dando a entender con su tono de voz que no tenía tiempo para perder con una mujer que, a sus ojos, sólo estaba de visita turística por Academia.
Pero Lightning no se arredró. Ni siquiera se había arredrado ante los mismos dioses.
-Capitán-la joven inclinó la cabeza, un saludo respetuoso que dedicaban los civiles a los oficiales militares; no debía usar el saludo militar hasta que volviera a formar parte de la Guardia-. Lamento interrumpir su trabajo. Doy por sentado que es usted el máximo responsable de la Guardia aquí.
El hombre la miró sorprendido. Sin duda no se esperaba que Lightning entendiera de rangos militares y protocolos sociales con ellos.
-Así es. Soy el capitán Audren, jefe del cuartel de Academia. Al menos, de momento, hasta que las cosas vuelvan un poco a la normalidad-dijo, y entornó los ojos-. Parece saber mucho sobre la Guardia. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarle?
-Sí-Lightning se irguió y se cruzó de brazos-. Deseo unirme a la Guardia de Academia.
El capitán Audren no pudo disimular su asombro, y tampoco los demás soldados, que giraron la cabeza. No era en absoluto habitual que una mujer joven y hermosa como ella solicitara ingresar en sus filas como soldado. Pero el severo porte de Lightning les hizo pensárselo dos veces antes de hacer ningún comentario al respecto.
-¿Quiere unirse a la Guardia de la ciudad?-repitió el sorprendido capitán, y Lightning asintió-Ya veo que determinación y aplomo no le falta, señorita, pero un soldado no sobrevive sólo gracias a esas dos virtudes. También son necesarios la destreza, la fuerza y el coraje, y eso no es tan sencillo de demostrar.
-Póngame a prueba, entonces-replicó ella señalando los sablespistola que pendían de las paredes del cuartel-. Ahora mismo, si quiere.
Los soldados habían empezado a murmurar entre ellos. El capitán Audren se rascó la cabeza, incómodo: aquella mujer prácticamente le estaba retando a un duelo. Ella decía que quería mostrar su valía, pero habitualmente la petición de la prueba de acceso no era ni mucho menos tan brusca como la que acababa de escuchar.
Aunque no podía decirse que estuvieran exentos de tareas por hacer, el capitán no podía rechazar el duelo de una mujer si no quería ser la mofa y befa de los demás soldados durante el resto de su carrera militar. Y Lightning lo sabía.
-Muy bien, procederemos a dar comienzo a su prueba-aceptó Audren, todavía desconcertado, y le hizo una seña-. Sígame, nos batiremos en la sala de entrenamiento.
Ella asintió y obedeció. Por el rabillo del ojo, mientras seguía al capitán por el amplio pasillo, vio que los otros soldados les seguían discretamente, y sonrió para sí. Sin duda no querían perderse una derrota humillante, tanto si la sufría una joven o su jefe.
La sala de entrenamiento era amplia, forrada de estanterías con armas de diferentes tipos y tamaños y con un círculo de combate dibujado en el suelo de madera. A aquellas horas de la mañana, estaba completamente vacía.
“Cuantos menos cotillas, mejor”, pensó Lightning mirando con fastidio a los soldados que les habían seguido y que les observaban expectantes.
-Bien, lo mejor será que comencemos por lo básico-dijo el capitán, tendiéndole una corta y gruesa vara metálica, pero de pronto se dio cuenta de que la joven había cogido un sablepistola de la pared y lo blandía en una perfecta posición de combate-. ¡Espere, señorita! ¡Los sablespistola son armas de élite! ¡No se puede comenzar a practicar con ellos hasta alcanzar un rango determinado!
-Sé luchar con un sablepistola-replicó ella sin inmutarse. Hacía tiempo que no usaba uno, pues durante su aventura en Nova Chrysalia había usado una hoja más tradicional, pero estaba segura de no haber perdido la práctica-. Puedo demostrárselo, capitán, si me lo permite.
Audren la miraba incrédulo, al igual que los soldados, pero decidió que por probar no pasaba nada. Colgó la vara en la pared y cogió otro sablepistola, más grande que el que había escogido Lightning.
-En fin, de acuerdo. Pero no me hago responsable de cualquier accidente que le suceda, señorita-Lightning se encogió de hombros. El capitán avanzó hasta su posición y alzó el arma-. ¡En guardia! Cuando cuente tres, dará comienzo la prueba.
Lightning esbozó una media sonrisa burlona e imitó la postura de Audren.
-Uno… dos… ¡tres!-el capitán se arrojó velozmente hacia Lightning, pero de pronto, sin saber qué estaba sucediendo, un relámpago oscuro cruzó su campo de visión y golpeó una, dos, tres veces el filo de su sablepistola hasta arrancárselo de las manos, un brazo rodeó el cuello del soldado por detrás y de pronto se topó con la hoja de otro sablepistola apuntando directamente a su corazón. El capitán Audren tardó unos segundos en comprender que Lightning se había lanzado hacia él a tal velocidad que ni la había visto descargar aquellos mandobles destinados a desarmarle e incapacitarle.
-¿Qué me dice, capitán?-sonrió la joven, soltándolo-¿Doy la talla o no?
El hombre no respondió enseguida. La observaba con los ojos como platos, igual que los otros soldados, a quienes se les había borrado la mueca expectante de sus rostros patidifusos.
-Cómo… No es posible… ¿Quién le ha enseñado a manejar así el sablepistola?
-Fui sargento en la Guardia hace mucho tiempo-explicó ella sin concederle mucha importancia, comprobando que el filo de su arma no se hubiera mellado-. Después he seguido utilizando espadas y armas de filo.
-Ya veo… ¿Y sabe usted utilizar magia?-el capitán no salía de su asombro. Lightning se limitó a asentir, y para demostrarlo extendió la mano hacia un punto del suelo; el fuego brotó al instante, desvaneciéndose segundos después-Asombroso, señorita. Si no le importa, ¿podría decirme su nombre?
-Soy Lightning, Lightning Farron.
Ante la mención de aquel nombre, los hombres allí presentes ahogaron un grito de sorpresa, blancos como el papel.
-¿Lightning Farron?-repitió el capitán Audren-¿La líder de los Seis? ¿La Liberadora de Almas?
-Ya no tengo la Marca ni estoy al servicio de ninguna deidad, pero sí, fui ambas cosas.
-Vaya, vaya… Es todo un honor, señorita Farron-el capitán inclinó la cabeza-. El Director Estheim hablaba muy bien de usted en los tiempos en que Academia era el corazón de la sociedad.
Lightning parpadeó, sorprendida.
-¿Hope… quiero decir, el Director… hablaba bien de mí?
-Por supuesto, cuando la Guardia tenía la suerte de recibir una visita suya, siempre aprovechaba la ocasión para contarnos historias de sus hazañas. Usted y él se conocían, ¿no es así?
-Sí, somos amigos desde hace mucho tiempo.
Audren asintió.
-No es poca cosa, no… ¿Qué más puedo decirle, señorita Farron?, bienvenida de nuevo a las filas de la Guardia. Es un honor contar de nuevo con su hoja y su destreza en combate.
-Gracias, capitán.-respondió ella, esta vez sí, haciendo el saludo militar correspondiente.
-A usted, señorita. Ahora, si no le importa, deberá acompañarme para ultimar los trámites de su acceso al ejército. Es simple burocracia, pero ya sabe cómo son estas cosas.
Lightning frunció el ceño. Hacía tanto tiempo que se enroló en la Guardia que ya no recordaba lo tedioso que fue rellenar todos los papeles y pasar los controles médicos la primera vez.
“Esperemos que con lo que han visto no me cuestionen tanto como cuando tenía dieciséis años…”
* * *
El sol ya se ponía cuando Lightning llegó, al fin, al piso de Hope, agotada y hastiada del papeleo y el ejercicio físico que había tenido que hacer el resto del día en el cuartel de la Guardia. Cierto, no le habían puesto tantas pegas como cuando se unió al ejército cuando era una adolescente, pero aun así el día había sido largo y aburrido para una guerrera que podría decirse que su pasatiempo entre comidas era cazar bégimos.
Estaba tan cansada que se preguntaba si sería capaz de arrastrarse hasta el sofá o la cama, pero al abrir la puerta del piso la recibió un aroma tan delicioso que las aletas de su nariz empezaron a vibrar, atraídas por el olor.
Extrañada, tras cerrar la puerta tras ella, Lightning avanzó lentamente por el pasillo, alerta. Pero cuando llegó al salón, descubrió en la cocina a Hope, vestido con una de sus eternas camisas blancas, sus pantalones grises y aquella corbata azul, enfrente de una humeante olla al fuego y blandiendo un cucharón en la mano.
-¿Hope?-preguntó Lightning, desconcertada. Su amigo se volvió sobresaltado hacia ella, pero nada más verla la obsequió con una de sus afables sonrisas.
-Hola, Light. No te he oído entrar, me has dado un buen susto. ¿Cómo estás?
-Agotada, pero sobreviviré-la joven se acercó a él y echó un vistazo a la olla-. ¿Qué estás haciendo?
-Creo que es bastante obvio-Hope se echó a reír, divertido-. Hago la cena. ¿Es que no tienes hambre?
El estómago de Lightning rugió en aquel preciso momento, contestando la pregunta por ella, a lo que Hope sonrió ampliamente y removió el contenido de la cacerola.
-Sí, pero… no imaginaba que fueses a hacer tú la cena… ¿No vuelves tarde de las oficinas?
-No tan tarde. Al menos, de momento; de todas formas, prefiero madrugar un poco más y llegar a casa un poco antes-explicó el joven, y olisqueó el guiso-. Esto ya casi está. ¿Te parece bien cenar ahora?
-Por supuesto. Pero dame un momento para cambiarme.
Hope asintió, y mientras Lightning se dirigía al dormitorio para ponerse algo más cómodo, él sacó unos platos hondos de un armario y un par de vasos y cucharas. Cuando su amiga regresó, vestida con la ropa que usaba para dormir, se encontró con la mesa de la cocina prácticamente puesta, y a Hope aguardando pacientemente con el fogón ya apagado.
-¿He tardado mucho? Espero que no se haya enfriado.
-Llegas justo a tiempo-sonrió Hope. Sirvió en uno de los platos algo que parecía un estofado de carne con verduras y patatas, y se lo dio-. Toma, éste es para ti. Si quieres más, dímelo.
-No, así está bien-Lightning observó la comida con curiosidad. No se parecía en nada a la comida que ella recordaba del Nido-. ¿Qué es?
Hope, que ya se había servido su plato y se había sentado a la mesa, rió entre dientes.
-Primero pruébalo, y luego te lo diré.
-¿Y eso, por qué? ¿Qué diantre le has echado? ¿Carne de tomberi?-inquirió Lightning, desconfiada. Pero Hope se limitó a reír y a señalar la silla que tenía a su lado, invitándola a sentarse. Ella lo hizo, aún recelando del plato que sostenía en las manos.
-Sólo quiero recibir una crítica decente como cocinero autosuficiente-bromeó el joven científico-. Tranquila, no pretendo envenenarte.
Lightning suspiró, resignada; a veces deseaba que Hope no hubiera aprendido ciertas cosas de ella, como la tozudez o el sarcasmo. Parecía que se divertía manteniéndola en ascuas. Aunque lo cierto era que el guiso olía demasiado bien y su estómago emitía ruidosas protestas.
Sin tenerlas todas consigo, cogió la cuchara y la hundió en el plato ante la expectante mirada de Hope. Sopló antes de llevársela a la boca para enfriarla. Abrió mucho los ojos, sorprendida: el sabor de la carne era fuerte, pero delicioso. No recordaba haber comido nunca nada que supiera tan bien en el Nido.
-¿Qué tal? ¿Te gusta?-preguntó Hope casi con timidez.
-Está muy rico. Y ahora, ¿me vas a decir qué es?-Lightning le apuntó con la cuchara, en broma, a lo que él se echó a reír.
-Es estofado de bégimo-respondió; poco faltó para que a la joven se le cayera la cuchara de las manos-. Noel me enseñó la receta los primeros días después de despertar en Nova Chrysalia. Decía que era un plato típico en su pueblo, aunque recuerdo que aquí, en Academia, hubo un tiempo en el que prosperó un restaurante de carne a la parrilla de bégimo.
-Nunca pensé que la carne de bégimo estuviera tan buena-una vez repuesta de la impresión, Lightning atacó de nuevo el plato-. Aunque espero que no le hayas echado también la sierra.
Hope se rió.
-Claro que no. Aunque, quién sabe, podría darle más sabor.
Lightning sacudió la cabeza, aunque no pudo evitar sonreír. Durante un rato comieron en silencio, hasta que la joven cayó en la cuenta de que no le había preguntado a Hope nada sobre su día.
-Bueno, cuéntame. ¿Cómo te ha ido hoy a ti?
-Nada muy emocionante-repuso él encogiéndose de hombros-. Hemos estado avanzando en la recuperación de la electricidad, pero obviando el alboroto que se ha montado cuando se nos ha escapado un flan ordenanza, el día ha sido bastante tranquilo. ¿Y a ti, cómo te ha ido en el cuartel de la Guardia?
Ella sonrió burlona.
-Ha sido aburrido. Lo único medianamente emocionante ha sido la prueba contra el capitán, un tal Audren.
-Ah, el capitán Audren. Fue el encargado de evacuar Academia antes de la caída del Nido-comentó Hope, y sonrió divertido-. ¿En cuántos segundos le venciste?
-Yo creo que ni siquiera llegó a cinco. Fue demasiado fácil, cuando me examiné la primera vez estuve casi veinte minutos intentando que no se me cayera la vara de las manos.
Hope ladeó la cabeza, sin duda imaginándose a la adolescente Farron teniendo problemas para sostener el arma más básica de los soldados de la Guardia.
-¿Y qué te han dicho? ¿Te restablecerán el rango de sargento?
-Eso lo sabré mañana. Pero no me preocupa mucho, estoy segura de poder recuperarlo en muy poco tiempo si no me lo dan enseguida.
Su amigo asintió. Siguió otro silencio en el que continuaron con la cena –algo que para Lightning no era ningún problema, con el hambre que tenía y lo bueno que estaba el estofado–, pero entonces, Hope alzó la vista hacia ella y se quedó mirándola con una media sonrisa dibujada en sus labios. Lightning tardó varios segundos en percatarse de la mirada fija del joven.
-¿Qué? ¿Tengo monos en la cara?-inquirió, extrañada. Hope parpadeó y, ligeramente ruborizado, desvió la mirada al plato.
-Oh, no es nada. Sólo pensaba… -tras una pausa, le dedicó una tímida sonrisa-Si mañana te dan el puesto en la Guardia, seas sargento o no, tengo una sorpresa guardada para ti.
-¿Una sorpresa? ¿Para mí?-Lightning enarcó una ceja-¿De qué tipo?
Hope acentuó su sonrisa.
-Se llama “sorpresa” por algo. Estoy seguro de que mañana lo sabrás. ¿De acuerdo?
-¡Claro que no estoy de acuerdo! No puedes decirme algo así y dejarme con la intriga sin más. ¡Venga, Hope, dímelo!
Por más que Lightning intentó sonsacárselo, durante y después de la cena, no hubo manera de conseguir que Hope le revelara la sorpresa que se guardaba bajo la manga. Definitivamente, la joven desearía que su amigo no hubiera aprendido de ella la cabezonería.
“Lo peor de todo es que no soy capaz de presionarle a preguntas como haría con cualquier otra persona”, pensó Lightning aquella noche en la cama, con Hope ya dormido a su lado después de que le hubiera estado dando la lata para que le contara su secreto durante casi diez minutos. “Me pregunto si después de todos estos años me habré ablandado o es que simplemente no puedo actuar con Hope como una soldado…”



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