Aunque la ventana estaba cubierta por
las cortinas, éstas eran lo bastante finas como para que los primeros rayos de
sol de la mañana se filtraran por ellas. Acostumbrada durante siglos a la tenue
penumbra de Valhalla y, posteriormente, Nova Chrysalia, Lightning despertó en
cuanto aquella débil luz rozó sus párpados. Tardó un poco en recordar dónde
estaba, y sonrió para sus adentros al oír la suave respiración de Hope junto a
ella; al girar la cabeza hacia él, vio a su amigo de espaldas a ella,
arrebujado entre las sábanas de forma que sólo le veía parte de su camisa
blanca y el cabello plateado que le cubría la nuca, más largo y lacio que
cuando era un adolescente.
Lightning sonrió brevemente al
acordarse de lo mucho que le había costado convencer a Hope de compartir
dormitorio. Él siempre había sido dulce y tímido, pero parecía que con los años
aquellos rasgos habían derivado en una caballerosidad digna de mención. Tal y
como había supuesto, Hope no intentaba aprovecharse de ella; visto lo visto, lo
más probable era que se pasara semanas disculpándose si la rozaba por
accidente.
Miró el reloj incrustado en la
superficie de la lámpara de la mesilla de noche: las siete y diez. No sabía a
qué hora se levantaba Hope para ir a trabajar, pero prefirió dejarle dormir. Al
fin y al cabo era el Director; tenía derecho a descansar un poco más y acudir
algo más tarde a las oficinas de la Academia, máxime cuando trabajaba tan duro
y durante tantas horas sin descanso.
Ella, por su parte, tenía otro largo
día por delante. También se merecía un descanso después de haber limpiado a
conciencia el piso de Hope, pero se negaba a ser una carga para él. Eso
implicaba volver a trabajar como una más aun habiendo sido una guerrera divina,
pero sólo manteniéndose ocupada podía sentirse satisfecha consigo misma y
también ganarse el sueldo para conseguir y mantener una casa propia.
Sin embargo, Lightning tenía el
presentimiento de que su estancia en casa de Hope iba a ir para largo. La vida
en Academia parecía de todo menos barata.
Procurando no despertar a su amigo, la
joven se levantó, se desperezó como un gato y cogió su ropa de la cómoda para
cambiarse en el cuarto de baño: un jersey violeta de cuello alto, unos
pantalones marrones y chaqueta y botas negras. Era prácticamente la única ropa
que tenía, sin contar su atuendo de Nova Chrysalia, pero no tenía intención de
pedirle prestado nada a Hope. No podía y no quería depender de él para todo; le
haría sentirse como un parásito.
Una vez se hubo duchado, vestido y
arreglado mínimamente, se dirigió a la cocina para hacerse un desayuno rápido y
salir a resolver cuanto antes lo que tenía pendiente hacer desde su llegada a
la ciudad. No sabía muy bien cómo utilizar la tostadora, muy diferente a las
que ella había usado a lo largo de su vida, así que se limitó a hacerse un café
con leche con un poco de pan, y mientras tanto estudiaba con atención el plano
de Academia que Hope le había dado la noche anterior.
El cuartel de la Guardia no estaba demasiado
lejos de las oficinas centrales de la Academia. Tenía su lógica, pensó
Lightning apreciativamente, porque en caso de emergencia en la institución, los
protectores de los civiles apenas tardarían en presentarse allí y solucionar el
problema con mucha mayor eficacia. Además, había pequeños puestos de vigilancia
en diferentes puntos estratégicos de la metrópolis destinados a la patrulla de
las calles.
Terminó su frugal desayuno
rápidamente, impaciente por comenzar a trabajar. Ella no era una persona
acostumbrada a quedarse quieta en un lugar. A Lightning le gustaba esforzarse y
saber que sus éxitos eran merecidos. La vida militar, en ese sentido, le venía
que ni pintada.
Ya se disponía a salir del piso cuando
pensó en que no le había dicho nada a Hope acerca de su plan para aquel día. Si
su amigo se despertaba y no la veía, podría preocuparse, y conociéndole no
sería extraño que se lanzara a las calles a buscarla. La joven recordó lo mucho
que le había costado que Hope no abandonara su rol de guía y ayudante a
distancia durante su viaje por Nova Chrysalia cada vez que se hallaba en una
situación peligrosa, y sonrió divertida al tiempo que buscaba papel y lápiz
para escribir una nota para él.
No era muy larga, pero a Lightning no
se le daba muy bien dar explicaciones. Confiaba en que decirle simplemente que
iba a presentarse en el cuartel de la Guardia y que esperaba no regresar muy
tarde le bastara para evitarle una preocupación extra. A juzgar por lo poco que
Hope le había contado el día anterior, la Academia tenía muchísimo trabajo
pendiente en un mundo que apenas una semana antes se había librado de la
destructiva influencia del Caos.
Una vez la hubo terminado, Lightning
entró en el dormitorio procurando hacer el menor ruido posible para no
despertar a Hope, algo complicado debido a la dura suela de sus botas y el
sonido seco de sus pasos sobre el suelo de madera. Dejó la nota sobre la
almohada, de forma que su amigo la viera cuando despertara. Al rodear la cama,
se detuvo brevemente y observó al joven dormido con una media sonrisa en sus
labios. Parecía tranquilo, lo cual era todo un logro teniendo en cuenta todas
las responsabilidades que tenía que cargar.
“En
ese punto, somos iguales”, pensó Lightning frunciendo el ceño. Del poco
tiempo que había dedicado a observar a aquellos que no eran su hermana Serah,
había visto fragmentos de la vida de Hope, y por lo que había observado, su
amigo había sacrificado su infancia, ya destrozada por la Purga y su periplo
como lu’Cie, en pos de sus estudios para ayudar a sus amigos. “Aunque cargamos nuestras responsabilidades
de forma muy distinta, el mundo entero dependía de nosotros.”
Sí, ciertamente así había sido, se
dijo la joven, y sacudió la cabeza antes de abandonar el dormitorio y cerrar la
puerta cuidadosamente. Ella había luchado por el futuro con la fuerza de la
espada y la magia en Valhalla, mientras que Hope se dedicó en cuerpo y alma a
la investigación y creación del Nuevo Nido desde el Gran Paals. Y ambos se
habían servido de Serah y Noel para tener éxito en sus respectivos proyectos.
Lightning no pudo evitar pensar que, a
pesar de haber estado separados en el tiempo y en el espacio, ella y Hope
habían estado colaborando en la salvación del futuro antes de la caída de Etro
de manera más estrecha de lo que creían.
La recibió el brillante sol de la
mañana, reflejado en los innumerables cristales de la enorme ciudad de
Academia. Lightning tuvo que cubrirse los ojos momentáneamente, hasta que la
súbita luz dejó de deslumbrarla. Echó un vistazo al mapa que le había dado Hope
y después recorrió con la mirada las calles, suspendidas sobre un inmenso
vacío. Comprendió que Academia constaba de numerosos niveles, pisos en la misma
ciudad, paseos y avenidas que entretejían una complicadísima, laberíntica red
de conexiones entre los distintos distritos. Sin las detalladas direcciones que
Hope le había anotado, además de marcar el cuartel de la Guardia en el mapa, se
habría perdido a los diez minutos de vagar por la metrópolis.
Por suerte, no había perdido el
sentido de la orientación. Tardó un poco en comprender cómo estaban comunicadas
las calles, pero una vez lo logró, fue ayudándose tanto del mapa como de las
señales para ir acercándose poco a poco a su destino. Afortunadamente había
salido de casa con tiempo de sobra.
Sin la gente que otrora la había
habitado, Academia parecía vacía y muerta. Sin embargo, aún conservaba aquel
aire de cooperación y hermandad que la había impresionado profundamente en el
momento en el que pisó sus pulidas aceras. Hope le había contado que la habían
construido los propios ciudadanos, y que era aquel sentimiento lo que había
quedado grabado en cada calle de la ciudad, según contaban las leyendas. A
Lightning le resultaba desconcertante que se contaran leyendas sobre una ciudad
tan moderna, pero no dejaba de ser cierto que Academia ya llevaba existiendo
desde hacía cuatrocientos y quinientos años cuando Hope despertó en su cámara
del tiempo.
“Me
gustaría ver Academia tal y como era antes”, pensó la joven, lamentando las
innumerables pérdidas que la muerte de Etro había traído consigo. “Si hay alguien que pueda conseguirlo, ése
es Hope. Parece mentira que el crío miedoso que se pegaba a mis talones en las
Cumbres Infames se haya convertido en una especie de mesías para esta gente.”
Se rió para sus adentros al tiempo que
vislumbraba un poco más lejos el emblema de la Guardia grabado sobre un gran
edificio. Comentarle a Hope lo que acababa de pensar podía desencadenar dos
reacciones: o bien ofenderle al poner de manifiesto su debilidad como
adolescente, o volverle incapaz de pronunciar dos palabras seguidas sin
trabarse por la vergüenza.
No había ningún soldado guardando la
entrada del edificio. Lightning sabía que no contaban con muchos efectivos y
que no era probable que les atacara nadie, pero aun así frunció el ceño con
desaprobación. En su opinión, un soldado no debía bajar la guardia jamás.
Atravesó la puerta del cuartel
sintiéndose incómoda ante las miradas inquisitivas de los pocos soldados que
había en el interior. Era extraño volver a solicitar su ingreso en la Guardia
cuando no hacía ni diez días que había sido la Campeona de Etro y la Liberadora
de Almas. Pero, a juzgar por la sonrisa burlona que algunos de los soldados le
dirigían, no tenían ni idea de quién era ella, sino más bien se preguntaban qué
tenía que hacer una mujer allí.
Lightning ni siquiera les miró. Pasó
de largo y se dirigió hacia uno de los hombres que daba instrucciones a su
alrededor. La placa que cubría su hombro derecho, marcada con dos líneas
luminosas de color verde, le señalaban como capitán.
Al verla acercarse, el soldado enarcó
las cejas casi con sorna.
-¿Desea algo, señorita?-preguntó,
dando a entender con su tono de voz que no tenía tiempo para perder con una
mujer que, a sus ojos, sólo estaba de visita turística por Academia.
Pero Lightning no se arredró. Ni siquiera
se había arredrado ante los mismos dioses.
-Capitán-la joven inclinó la cabeza,
un saludo respetuoso que dedicaban los civiles a los oficiales militares; no
debía usar el saludo militar hasta que volviera a formar parte de la Guardia-.
Lamento interrumpir su trabajo. Doy por sentado que es usted el máximo
responsable de la Guardia aquí.
El hombre la miró sorprendido. Sin
duda no se esperaba que Lightning entendiera de rangos militares y protocolos
sociales con ellos.
-Así es. Soy el capitán Audren, jefe
del cuartel de Academia. Al menos, de momento, hasta que las cosas vuelvan un
poco a la normalidad-dijo, y entornó los ojos-. Parece saber mucho sobre la
Guardia. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarle?
-Sí-Lightning se irguió y se cruzó de
brazos-. Deseo unirme a la Guardia de Academia.
El capitán Audren no pudo disimular su
asombro, y tampoco los demás soldados, que giraron la cabeza. No era en
absoluto habitual que una mujer joven y hermosa como ella solicitara ingresar
en sus filas como soldado. Pero el severo porte de Lightning les hizo
pensárselo dos veces antes de hacer ningún comentario al respecto.
-¿Quiere unirse a la Guardia de la
ciudad?-repitió el sorprendido capitán, y Lightning asintió-Ya veo que
determinación y aplomo no le falta, señorita, pero un soldado no sobrevive sólo
gracias a esas dos virtudes. También son necesarios la destreza, la fuerza y el
coraje, y eso no es tan sencillo de demostrar.
-Póngame a prueba, entonces-replicó
ella señalando los sablespistola que pendían de las paredes del cuartel-. Ahora
mismo, si quiere.
Los soldados habían empezado a
murmurar entre ellos. El capitán Audren se rascó la cabeza, incómodo: aquella
mujer prácticamente le estaba retando a un duelo. Ella decía que quería mostrar
su valía, pero habitualmente la petición de la prueba de acceso no era ni mucho
menos tan brusca como la que acababa de escuchar.
Aunque no podía decirse que estuvieran
exentos de tareas por hacer, el capitán no podía rechazar el duelo de una mujer
si no quería ser la mofa y befa de los demás soldados durante el resto de su
carrera militar. Y Lightning lo sabía.
-Muy bien, procederemos a dar comienzo
a su prueba-aceptó Audren, todavía desconcertado, y le hizo una seña-. Sígame,
nos batiremos en la sala de entrenamiento.
Ella asintió y obedeció. Por el
rabillo del ojo, mientras seguía al capitán por el amplio pasillo, vio que los
otros soldados les seguían discretamente, y sonrió para sí. Sin duda no querían
perderse una derrota humillante, tanto si la sufría una joven o su jefe.
La sala de entrenamiento era amplia,
forrada de estanterías con armas de diferentes tipos y tamaños y con un círculo
de combate dibujado en el suelo de madera. A aquellas horas de la mañana,
estaba completamente vacía.
“Cuantos
menos cotillas, mejor”, pensó Lightning mirando con fastidio a los
soldados que les habían seguido y que les observaban expectantes.
-Bien, lo mejor será que comencemos
por lo básico-dijo el capitán, tendiéndole una corta y gruesa vara metálica,
pero de pronto se dio cuenta de que la joven había cogido un sablepistola de la
pared y lo blandía en una perfecta posición de combate-. ¡Espere, señorita!
¡Los sablespistola son armas de élite! ¡No se puede comenzar a practicar con
ellos hasta alcanzar un rango determinado!
-Sé luchar con un sablepistola-replicó
ella sin inmutarse. Hacía tiempo que no usaba uno, pues durante su aventura en Nova
Chrysalia había usado una hoja más tradicional, pero estaba segura de no haber
perdido la práctica-. Puedo demostrárselo, capitán, si me lo permite.
Audren la miraba incrédulo, al igual
que los soldados, pero decidió que por probar no pasaba nada. Colgó la vara en
la pared y cogió otro sablepistola, más grande que el que había escogido
Lightning.
-En fin, de acuerdo. Pero no me hago
responsable de cualquier accidente que le suceda, señorita-Lightning se encogió
de hombros. El capitán avanzó hasta su posición y alzó el arma-. ¡En guardia!
Cuando cuente tres, dará comienzo la prueba.
Lightning esbozó una media sonrisa
burlona e imitó la postura de Audren.
-Uno… dos… ¡tres!-el capitán se arrojó
velozmente hacia Lightning, pero de pronto, sin saber qué estaba sucediendo, un
relámpago oscuro cruzó su campo de visión y golpeó una, dos, tres veces el filo
de su sablepistola hasta arrancárselo de las manos, un brazo rodeó el cuello
del soldado por detrás y de pronto se topó con la hoja de otro sablepistola
apuntando directamente a su corazón. El capitán Audren tardó unos segundos en
comprender que Lightning se había lanzado hacia él a tal velocidad que ni la
había visto descargar aquellos mandobles destinados a desarmarle e
incapacitarle.
-¿Qué me dice, capitán?-sonrió la
joven, soltándolo-¿Doy la talla o no?
El hombre no respondió enseguida. La
observaba con los ojos como platos, igual que los otros soldados, a quienes se
les había borrado la mueca expectante de sus rostros patidifusos.
-Cómo… No es posible… ¿Quién le ha
enseñado a manejar así el sablepistola?
-Fui sargento en la Guardia hace mucho
tiempo-explicó ella sin concederle mucha importancia, comprobando que el filo
de su arma no se hubiera mellado-. Después he seguido utilizando espadas y
armas de filo.
-Ya veo… ¿Y sabe usted utilizar
magia?-el capitán no salía de su asombro. Lightning se limitó a asentir, y para
demostrarlo extendió la mano hacia un punto del suelo; el fuego brotó al
instante, desvaneciéndose segundos después-Asombroso, señorita. Si no le
importa, ¿podría decirme su nombre?
-Soy Lightning, Lightning Farron.
Ante la mención de aquel nombre, los
hombres allí presentes ahogaron un grito de sorpresa, blancos como el papel.
-¿Lightning Farron?-repitió el capitán
Audren-¿La líder de los Seis? ¿La Liberadora de Almas?
-Ya no tengo la Marca ni estoy al
servicio de ninguna deidad, pero sí, fui ambas cosas.
-Vaya, vaya… Es todo un honor,
señorita Farron-el capitán inclinó la cabeza-. El Director Estheim hablaba muy
bien de usted en los tiempos en que Academia era el corazón de la sociedad.
Lightning parpadeó, sorprendida.
-¿Hope… quiero decir, el Director…
hablaba bien de mí?
-Por supuesto, cuando la Guardia tenía
la suerte de recibir una visita suya, siempre aprovechaba la ocasión para
contarnos historias de sus hazañas. Usted y él se conocían, ¿no es así?
-Sí, somos amigos desde hace mucho
tiempo.
Audren asintió.
-No es poca cosa, no… ¿Qué más puedo
decirle, señorita Farron?, bienvenida de nuevo a las filas de la Guardia. Es un
honor contar de nuevo con su hoja y su destreza en combate.
-Gracias, capitán.-respondió ella,
esta vez sí, haciendo el saludo militar correspondiente.
-A usted, señorita. Ahora, si no le
importa, deberá acompañarme para ultimar los trámites de su acceso al ejército.
Es simple burocracia, pero ya sabe cómo son estas cosas.
Lightning frunció el ceño. Hacía tanto
tiempo que se enroló en la Guardia que ya no recordaba lo tedioso que fue
rellenar todos los papeles y pasar los controles médicos la primera vez.
“Esperemos
que con lo que han visto no me cuestionen tanto como cuando tenía dieciséis
años…”
* * *
El sol ya se ponía cuando Lightning
llegó, al fin, al piso de Hope, agotada y hastiada del papeleo y el ejercicio
físico que había tenido que hacer el resto del día en el cuartel de la Guardia.
Cierto, no le habían puesto tantas pegas como cuando se unió al ejército cuando
era una adolescente, pero aun así el día había sido largo y aburrido para una
guerrera que podría decirse que su pasatiempo entre comidas era cazar bégimos.
Estaba tan cansada que se preguntaba
si sería capaz de arrastrarse hasta el sofá o la cama, pero al abrir la puerta
del piso la recibió un aroma tan delicioso que las aletas de su nariz empezaron
a vibrar, atraídas por el olor.
Extrañada, tras cerrar la puerta tras
ella, Lightning avanzó lentamente por el pasillo, alerta. Pero cuando llegó al
salón, descubrió en la cocina a Hope, vestido con una de sus eternas camisas
blancas, sus pantalones grises y aquella corbata azul, enfrente de una humeante
olla al fuego y blandiendo un cucharón en la mano.
-¿Hope?-preguntó Lightning,
desconcertada. Su amigo se volvió sobresaltado hacia ella, pero nada más verla
la obsequió con una de sus afables sonrisas.
-Hola, Light. No te he oído entrar, me
has dado un buen susto. ¿Cómo estás?
-Agotada, pero sobreviviré-la joven se
acercó a él y echó un vistazo a la olla-. ¿Qué estás haciendo?
-Creo que es bastante obvio-Hope se
echó a reír, divertido-. Hago la cena. ¿Es que no tienes hambre?
El estómago de Lightning rugió en
aquel preciso momento, contestando la pregunta por ella, a lo que Hope sonrió
ampliamente y removió el contenido de la cacerola.
-Sí, pero… no imaginaba que fueses a
hacer tú la cena… ¿No vuelves tarde de las oficinas?
-No tan tarde. Al menos, de momento;
de todas formas, prefiero madrugar un poco más y llegar a casa un poco
antes-explicó el joven, y olisqueó el guiso-. Esto ya casi está. ¿Te parece
bien cenar ahora?
-Por supuesto. Pero dame un momento
para cambiarme.
Hope asintió, y mientras Lightning se
dirigía al dormitorio para ponerse algo más cómodo, él sacó unos platos hondos
de un armario y un par de vasos y cucharas. Cuando su amiga regresó, vestida
con la ropa que usaba para dormir, se encontró con la mesa de la cocina
prácticamente puesta, y a Hope aguardando pacientemente con el fogón ya
apagado.
-¿He tardado mucho? Espero que no se
haya enfriado.
-Llegas justo a tiempo-sonrió Hope.
Sirvió en uno de los platos algo que parecía un estofado de carne con verduras
y patatas, y se lo dio-. Toma, éste es para ti. Si quieres más, dímelo.
-No, así está bien-Lightning observó
la comida con curiosidad. No se parecía en nada a la comida que ella recordaba
del Nido-. ¿Qué es?
Hope, que ya se había servido su plato
y se había sentado a la mesa, rió entre dientes.
-Primero pruébalo, y luego te lo diré.
-¿Y eso, por qué? ¿Qué diantre le has
echado? ¿Carne de tomberi?-inquirió Lightning, desconfiada. Pero Hope se limitó
a reír y a señalar la silla que tenía a su lado, invitándola a sentarse. Ella
lo hizo, aún recelando del plato que sostenía en las manos.
-Sólo quiero recibir una crítica
decente como cocinero autosuficiente-bromeó el joven científico-. Tranquila, no
pretendo envenenarte.
Lightning suspiró, resignada; a veces
deseaba que Hope no hubiera aprendido ciertas cosas de ella, como la tozudez o
el sarcasmo. Parecía que se divertía manteniéndola en ascuas. Aunque lo cierto
era que el guiso olía demasiado bien y su estómago emitía ruidosas protestas.
Sin tenerlas todas consigo, cogió la
cuchara y la hundió en el plato ante la expectante mirada de Hope. Sopló antes
de llevársela a la boca para enfriarla. Abrió mucho los ojos, sorprendida: el
sabor de la carne era fuerte, pero delicioso. No recordaba haber comido nunca
nada que supiera tan bien en el Nido.
-¿Qué tal? ¿Te gusta?-preguntó Hope
casi con timidez.
-Está muy rico. Y ahora, ¿me vas a
decir qué es?-Lightning le apuntó con la cuchara, en broma, a lo que él se echó
a reír.
-Es estofado de bégimo-respondió; poco
faltó para que a la joven se le cayera la cuchara de las manos-. Noel me enseñó
la receta los primeros días después de despertar en Nova Chrysalia. Decía que
era un plato típico en su pueblo, aunque recuerdo que aquí, en Academia, hubo
un tiempo en el que prosperó un restaurante de carne a la parrilla de bégimo.
-Nunca pensé que la carne de bégimo
estuviera tan buena-una vez repuesta de la impresión, Lightning atacó de nuevo
el plato-. Aunque espero que no le hayas echado también la sierra.
Hope se rió.
-Claro que no. Aunque, quién sabe,
podría darle más sabor.
Lightning sacudió la cabeza, aunque no
pudo evitar sonreír. Durante un rato comieron en silencio, hasta que la joven
cayó en la cuenta de que no le había preguntado a Hope nada sobre su día.
-Bueno, cuéntame. ¿Cómo te ha ido hoy
a ti?
-Nada muy emocionante-repuso él
encogiéndose de hombros-. Hemos estado avanzando en la recuperación de la
electricidad, pero obviando el alboroto que se ha montado cuando se nos ha
escapado un flan ordenanza, el día ha sido bastante tranquilo. ¿Y a ti, cómo te
ha ido en el cuartel de la Guardia?
Ella sonrió burlona.
-Ha sido aburrido. Lo único
medianamente emocionante ha sido la prueba contra el capitán, un tal Audren.
-Ah, el capitán Audren. Fue el
encargado de evacuar Academia antes de la caída del Nido-comentó Hope, y sonrió
divertido-. ¿En cuántos segundos le venciste?
-Yo creo que ni siquiera llegó a
cinco. Fue demasiado fácil, cuando me examiné la primera vez estuve casi veinte
minutos intentando que no se me cayera la vara de las manos.
Hope ladeó la cabeza, sin duda
imaginándose a la adolescente Farron teniendo problemas para sostener el arma
más básica de los soldados de la Guardia.
-¿Y qué te han dicho? ¿Te restablecerán
el rango de sargento?
-Eso lo sabré mañana. Pero no me
preocupa mucho, estoy segura de poder recuperarlo en muy poco tiempo si no me
lo dan enseguida.
Su amigo asintió. Siguió otro silencio
en el que continuaron con la cena –algo que para Lightning no era ningún
problema, con el hambre que tenía y lo bueno que estaba el estofado–, pero
entonces, Hope alzó la vista hacia ella y se quedó mirándola con una media
sonrisa dibujada en sus labios. Lightning tardó varios segundos en percatarse
de la mirada fija del joven.
-¿Qué? ¿Tengo monos en la
cara?-inquirió, extrañada. Hope parpadeó y, ligeramente ruborizado, desvió la
mirada al plato.
-Oh, no es nada. Sólo pensaba… -tras
una pausa, le dedicó una tímida sonrisa-Si mañana te dan el puesto en la
Guardia, seas sargento o no, tengo una sorpresa guardada para ti.
-¿Una sorpresa? ¿Para mí?-Lightning
enarcó una ceja-¿De qué tipo?
Hope acentuó su sonrisa.
-Se llama “sorpresa” por algo. Estoy
seguro de que mañana lo sabrás. ¿De acuerdo?
-¡Claro que no estoy de acuerdo! No
puedes decirme algo así y dejarme con la intriga sin más. ¡Venga, Hope, dímelo!
Por más que Lightning intentó
sonsacárselo, durante y después de la cena, no hubo manera de conseguir que
Hope le revelara la sorpresa que se guardaba bajo la manga. Definitivamente, la
joven desearía que su amigo no hubiera aprendido de ella la cabezonería.
“Lo
peor de todo es que no soy capaz de presionarle a preguntas como haría con
cualquier otra persona”, pensó Lightning aquella noche en la cama,
con Hope ya dormido a su lado después de que le hubiera estado dando la lata
para que le contara su secreto durante casi diez minutos. “Me pregunto si después de todos estos años me habré ablandado o es que
simplemente no puedo actuar con Hope como una soldado…”