lunes, 13 de mayo de 2013

VI. Sueño


Pasó algo más de una semana después de la vuelta de Lightning a las filas de la Guardia, durante la cual se estableció una tácita rutina en la vida diaria de los dos amigos: por la mañana ambos acudían a sus respectivos trabajos –Lightning se despertaba antes que Hope– y no regresaban hasta la noche; normalmente cenaban juntos, pero a veces les asignaban los turnos de noche y tenían que quedarse trabajando hasta el amanecer, y cuando llegaban a casa el otro ya se había ido a trabajar.
Había mucho por hacer, tanto en la Guardia como en la Academia. Hope y Lightning no tenían más opción que trabajar excepcionalmente duro, y en ocasiones no se veían en todo el día.
Era una situación extraña, pensó Hope una noche en la que Lightning estaba cumpliendo su turno nocturno y, por tanto, se hallaba solo en su casa. Sabiendo que su amiga estaba cerca, la soledad ya no le pesaba tanto. Pero, aun así, sentía un vacío aquellas noches en las que ni siquiera se veían.
En teoría no tendría por qué. Ellos eran solamente amigos que estaban compartiendo techo durante un tiempo. Pero, claro, ése era el punto de vista de Lightning. Para Hope significaba mucho más, aunque fuese sólo temporal. Había asumido su condición de amigo mucho tiempo atrás, y además sentía que era todo un honor contar con la joven como su mejor amiga. Pero eso no significaba que sus sentimientos hacia ella no le hicieran echarla de menos cuando no estaba a su lado.
Hope se giró entre las sábanas, sonriendo con amargura para sí. Observó el hueco vacío de la cama, donde Lightning dormía cuando no la requería su deber para con la Guardia. Pese a que tenía la cama para él solo, el joven había desarrollado la costumbre de mantenerse en su sitio aunque Lightning no estuviera allí. Tenía su lógica: Hope se esforzaba por no rozarla cuando dormían, para no allanar el espacio íntimo de su amiga, y si ocupaba toda la cama podría terminar haciendo lo mismo mientras dormía aun si Lightning estaba allí. Y estaba seguro de que eso a ella no le haría ninguna gracia.
Mientras intentaba conciliar el sueño, Hope se preguntó si acostumbrarse a la compañía de Lightning era bueno o no. En un principio así lo era, pues dejaría de ponerse nervioso por cualquier cosa, pero tarde o temprano la joven encontraría una casa propia en Academia y se marcharía.
Tener a Lightning cerca, aunque fuera en otra parte de la ciudad, era la mayor alegría que podía concebir. Pero, como se dijo Hope con un resignado suspiro, no dejaría de implicar que, una vez más, la soledad volvería a su hogar.
Quizá lo mejor sería no perder la costumbre de estar solo…
Los turnos de noche se contaban entre los primeros puestos de la larga lista negra de Lightning.
Ya desde sus primeros años en la Guardia, había detestado que le arruinaran su horario de sueño reclamándola para cubrir un turno nocturno que no le correspondía. Ella siempre pedía los turnos de la mañana: no podía rendir adecuadamente en el trabajo si no dormía lo suficiente y con regularidad. Una soldado debía estar descansada y despejada para poder darlo todo.
Pero, claro, tal y como estaba Academia en aquel momento, no podía permitirse el lujo de no acudir cuando sus superiores la reclamaban. Su fama la precedía, y para tareas importantes era obvio que recurrirían a ella. Lightning cada vez tenía más claro que hubiera preferido quedarse como sargento en la tranquila ciudad de Bodhum, sin pasar por aquella trayectoria de lu’Cie, Campeona de Etro y Liberadora de Almas.
Lightning dejó escapar un bufido al pensar en lo extraño que se le antojaba estar allí, en el cuartel general de la Guardia, atendiendo a los nuevos refugiados que habían llegado a la ciudad. En el tiempo que llevaba en Academia, no era la primera vez que lo hacía, pero todavía no se había acostumbrado otra vez al contacto humano.
“Hacía tanto tiempo que no estaba rodeada por tanta gente que me siento separada del resto del mundo”, pensó la joven frunciendo el ceño. Aunque antes le arrancarían la lengua que admitirlo, no era sólo que se sintiera separada. Se sentía vulnerable, desconcertada. Como si hubiera olvidado cómo moverse por el mundo.
Odiaba aquella sensación. Desde que su madre muriera y ella y Serah se quedaran solas, Lightning había tratado de ser fuerte por todos los medios, sacrificando todo aquello que se lo impidiera. Todo fuera por la seguridad de Serah.
Pero ahora Serah ya no necesitaba su protección. No sólo tenía a Snow a su lado, también a Noel. Y durante su aventura a través del tiempo, su hermana se había fortalecido lo suficiente como para defenderse sola. Además, había regresado de la mismísima muerte.
Lo cierto era que, en el tema social, Hope no era de gran ayuda. Por supuesto, su compañía aliviaba aquella sensación de desconcierto en aquel mundo que se le antojaba tan ajeno, pero en las dos semanas que llevaban viviendo juntos, Lightning había averiguado a través de sus comentarios que su amigo tendía a rehuir a la gente y recluirse en sus propios pensamientos.
Lightning lo comprendía. En Academia, Hope era todo un símbolo, y la gente lo idolatraba. Quizá no en otros lugares, pero sí en el bastión de la Academia. Y ella, que lo había conocido cuando era apenas un niño y podía afirmar ser la persona más cercana a él, sabía de sobra lo tímido y reservado que era. Tanta popularidad debía de agobiarle en extremo.
Ella pasaba más desapercibida, al menos entre los ciudadanos de a pie. Desgraciadamente, entre los soldados de la Guardia no sucedía lo mismo: una vez se hubo corrido la voz de que Lightning Farron, la Liberadora de Almas, formaba parte de sus filas, tenía que soportar incómodos cruces en los pasillos con sus admiradores.
Serían las tres de la madrugada y parecía que el capitán Audren no iba a dejarla marcharse todavía. Lightning sacudió la cabeza con irritación y cambió de posición las piernas, clavando la Hoja Candente en el suelo para apoyarse sobre su empuñadura. Estaba cansada y lo único que quería en aquel momento era irse a casa y dormir todo lo que pudiera.
Además, no era el único motivo. Cierto era que apenas había comido nada antes de recibir el mensaje de su imprevisto turno de noche, pero hacía un rato que había notado una dolorosa punzada en el bajo vientre que hacía literalmente siglos que no notaba. Un dolor que no tenía que ver con el hambre, que sí la había acuciado en Nova Chrysalia.
“Cuánto tiempo sin vernos”, pensó la joven con sarcasmo. Afortunadamente, sólo había notado la punzada una vez. No parecía que fuera a ir a más, de momento. No le hubiera hecho ninguna gracia que algo así la sorprendiera en medio de una guardia nocturna urgente.
Volver a experimentar cosas tales como el hambre, la sed, el sueño… Lightning no había sido plenamente consciente del tiempo que había pasado en Valhalla durante su lucha contra Caius Ballad. Ahora sabía que habían sido cinco siglos hasta que entró en su sueño de cristal, y a partir de entonces, otros quinientos años más. Todo aquel tiempo sin que su cuerpo se viera acuciado por los procesos vitales. A veces no podía evitar preguntarse si realmente seguía siendo humana.
Frunció el ceño al pensar en todo el tiempo que había pasado. La verdad era que la simple idea quitaba el aliento. Tanto ella como sus amigos superaban todos el milenio de vida, y sin haber envejecido un ápice.
Bueno, todos menos Hope, claro. En su caso, los años que había pasado atado a su tiempo, incapaz de adentrarse en el Umbral de las Eras, sí se habían cobrado su precio. Por decirlo así, pensó Lightning divertida, porque en realidad no es que le hubieran sentado mal. Pero era un dicho común que los años pasaban factura.
“Quizá no una factura física”, reflexionó la joven, contemplando el cielo nocturno. “Pero sí una emocional. De todos nosotros, no dudaría en afirmar que Hope es quien más ha sufrido.”
A ella también los años la habían torturado sin piedad en ese sentido. Pero, por lo menos, había sido en un período de no-tiempo. Sus compañeros habían escapado de tal peso gracias a los viajes temporales a través de los portales. Quien realmente sabía lo crueles que podían ser los años era Hope.
Lightning torció el gesto. “Como si no hubiera sufrido bastante ya”, pensó.
Para ser sinceros, todos habían sufrido mucho más de lo que deberían.
Se preguntó qué estaría haciendo su amigo. Sin duda, dormir. Pasaba todo el día trabajando sin parar en las oficinas de la Academia, y Lightning ya empezaba a preocuparse ante la posibilidad de que cayera enfermo de puro agotamiento. Máxime cuando el joven no era el paradigma de la robustez inmunológica.
Durante los turnos de noche, Lightning echaba especialmente de menos el piso de Hope. No era mucho pedir un largo descanso en una cama cómoda después de pasar el día patrullando la gigantesca ciudad de Academia y entrenando a los nuevos –e inútiles, desde su punto de vista– reclutas. Y el hecho de tener un techo bajo el que habitar era todo un lujo para ella teniendo en cuenta sus recientes vivencias.
Y luego estaba Hope, que contribuía lo que podía a que durante el tiempo que compartieran piso la estancia de Lightning fuera lo más agradable posible. Con la cantidad de trabajo que tenían, apenas coincidían en la cena y poco más, pero su amigo siempre se mostraba atento con ella y se esforzaba en mantener las conversaciones pese al cansancio para contarle sus progresos en la Academia o preguntarle las novedades del día.
Lightning echaba de menos a alguien con quien hablar. Por supuesto, durante su misión en Nova Chrysalia, ella y Hope habían pasado mucho tiempo hablando, pero no era lo mismo un trabajo en equipo a contrarreloj por la salvación del mundo que una convivencia, aunque fuese temporal.
Rió entre dientes al pensar en ello. No era una persona muy habladora y echaba de menos conversar con alguien. Su soledad absoluta en Valhalla le había afectado mucho más de lo que creía.
Recuerdos de su pasado afloraron a su mente, de su época de adolescente, antes de convertirse en Lightning. Ella y Serah, estudiantes de instituto, conversando hasta altas horas de la noche en los días de vacaciones. Sin preocupaciones ni peligros ni monstruos ni Marcas de lu’Cie ni dioses. Habían sido días felices.
Después llegó la muerte de su madre, y con ella, el nacimiento de Lightning. Aquello lo había cambiado todo.
“¿Para bien o para mal?”, se preguntó la joven soldado, poniendo así a prueba a su propia conciencia.
En otro tiempo, la respuesta habría sido para mal: su transformación la había apartado de Serah, había erigido una muralla entre las dos hermanas, y había acarreado la desgracia a todo aquel que la rodeara. Un nombre que no la había ayudado a proteger, sólo a destruir.
Sin embargo, era consciente de que, sin su transformación, no habría conocido a sus nuevos amigos, a su familia: Hope, Snow, Sazh, Noel, Vanille y Fang, y tampoco hubiera recuperado a Serah. Era lo mismo que compartiera techo con Hope, que Serah, Snow y Noel vivieran lejos, que Sazh y su hijo Dajh viajaran de aquí para allá, y que Vanille y Fang siguieran cristalizadas, tal vez para siempre, pero velando por sus amigos eternamente.
Todo tenía su lado bueno y su lado malo. Lightning había terminado por aprender a ser ella misma. O ésa era su intención, al menos.
En tales reflexiones se hallaba perdida cuando el capitán Audren se acercó a ella. Lightning estaba tan ensimismada –y adormilada– que ni siquiera se percató de que el robusto hombre se aproximaba.
-Sargento Farron.-dijo el capitán. La joven soldado dio un respingo y se volvió alerta hacia él, hasta que descubrió que se trataba de su superior, y se apresuró a realizar el saludo requerido.
-Discúlpeme, capitán Audren. Estaba… estaba distraída.
-¿La he asustado? En ese caso debo disculparme yo-rió Audren; el capitán de la Guardia de Academia había resultado ser un hombre agradable y atento con sus subordinados. A Lightning le recordaba a su antiguo teniente, Amodar-. No sólo por el susto, también por este turno.
Ella se limitó a enarcar brevemente las cejas. No iba a reprocharle a su capitán la inoportunidad de aquel turno de noche.
-Era necesario garantizar la seguridad de los refugiados-siguió diciendo Audren-, y requería de su ayuda. Pero ya van dos turnos extra que le he asignado. Temo que esté agotando a mi mejor soldado.
-No me es grato-Lightning decidió ser sincera-, pero el deber es lo primero.
El capitán asintió.
-Bien dicho. Pero con moderación-puntualizó sabiamente. A Lightning le gustaban sus reflexiones; Hope ya le había contado que Audren se había ganado a pulso su posición y en aquellas dos semanas había entendido por qué-. Un soldado agotado es un soldado que no puede cumplir con su deber.
Lightning estaba de acuerdo con él. Es más, ella misma llevaba cerca de quince días repitiendo casi las mismas palabras a Hope cuando veía a su amigo al borde del colapso de cansancio.
-¿Cómo lleva su vida en Academia, sargento?-preguntó el capitán Audren después de un silencio-¿Le gusta?
-Sí-respondió ella-. Aunque es muy grande. Todavía no me acostumbro a tanta gente y a una ciudad tan enorme. Y además hay mucho trabajo que hacer en ella.
-Eso es cierto. Y hablando de eso, ¿cómo se encuentra el Director?-si bien Lightning solía evitar las preguntas acerca de su vida en la ciudad, el capitán sabía que ella y Hope compartían casa, y por lo pronto no parecía haber sacado conclusiones erróneas-El otro día tuve el gusto de saludarle en las oficinas, pero se le veía agobiado y apenas le detuve un minuto.
Lightning rió entre dientes.
-Tal y como dice, capitán, no para quieto. Algún día se pondrá enfermo de verdad. Quizá debería usted aleccionarle sobre el rendimiento y el descanso, porque a mí no me hace caso.
-Si no le hace caso a usted, no se lo hará a nadie-Audren también rió-. El Director era conocido por apenas dormir dos horas y trabajar tres días sin pegar ojo. Los académicos le insistían constantemente en que aquello era nefasto para su salud, pero creo que tuvieron el mismo éxito.
Si aquello era cierto, desde luego Hope estaba acostumbrado a pasar días enteros sin dormir apenas. Ahora entendía mejor cómo consiguió mantener el contacto con ella en Nova Chrysalia constantemente, pese a haber sido trece días completos de trabajo exhaustivo.
-Parece que conoce bien a Hope… quiero decir, al Director, capitán.-a Lightning todavía le costaba referirse a su amigo como “Director” o “Director Estheim”. Para ella siempre había sido Hope.
-Yo no diría que le conozco bien-repuso Audren-. Traté con él los días previos a la caída del Nido para preparar los detalles de la evacuación de la ciudad. Nadie pudo haber tratado mucho con él entonces, de todas formas, porque despertó apenas dos semanas antes.
Lightning enarcó brevemente las cejas. ¿Preparar el lanzamiento del Nuevo Nido y organizar la evacuación de la ciudad en tan sólo dos semanas? No sabía si sentirse sorprendida o exasperada. Hope necesitaría dormir unos cuantos años para recuperar todas las horas de sueño perdidas.
-De todas formas-prosiguió el capitán-, la mayor parte de lo que escuche en la ciudad sobre él son rumores. Por lo que sé, en el 400 d. H. era lo bastante hermético y discreto como para esquivar a los chismosos. Y parece ser que había muchos.
-¿Chismosos aplica a mujeres exaltadas en torno a su persona?-inquirió Lightning, mordaz. Llevaba el tiempo suficiente en Academia como para haberse enterado de aquel detalle.
Audren rió.
-Sí, eso creo. Pero hasta donde yo sé, ninguna tuvo éxito. El Director no parece ser una pieza fácil.
Lightning dejó escapar una breve risa entre dientes. ¿El tímido y reservado Hope, que además era un ex lu’Cie y un brillante científico absorbido por su trabajo, una pieza fácil?
“Sería más fácil que el infierno se congelara antes de que Hope se enamorara”, pensó, divertida, intentando contener un bostezo de cansancio.
Sin embargo, el capitán no pasó por alto aquel detalle.
-Es tarde-comentó, y dio una palmadita en el hombro de la joven-. Creo que ya es hora de que le deje marcharse a casa, sargento Farron.
Ella le miró sorprendida.
-Pero, capitán, ¿no me dijo que me requería hasta el amanecer?
-No hay tanto trabajo como creía, así que podremos arreglárnoslas. Mañana tiene el día libre, como recordará, así que aproveche y descanse todo lo que pueda.
Lightning tardó un poco en reaccionar, pero cuando lo hizo, esbozó una media sonrisa y le dirigió el saludo correspondiente, agradecida por el gesto.
-Gracias, capitán.
Una de las cosas que había aprendido a raíz de sus vivencias desde que se convirtió en lu’Cie era a aceptar la ayuda de los demás. Algo que, en cierto modo, le debía a Hope.
No era la única que había sido mentora de alguien…
Cuando Lightning llegó por fin al piso de Hope, eran las cuatro y media de la madrugada. Entró lo más sigilosamente que pudo para evitar despertar a su amigo por si acaso dormía, cosa que comprobó cuando vio que todas las luces, excepto los pequeños tubos de neón que delimitaban el pasillo de entrada, estaban apagadas. Encendió las suaves luces del salón para no tropezar con nada, pues sin duda un estrépito despertaría a Hope mucho más rápidamente que las luces.
Una vez se hubo desabrochado la vaina de su sablepistola y la hubo colgado en el respaldo de una silla, Lightning se dirigió a la cocina, con su estómago haciendo ruidos a causa del hambre. Era tarde y no quería hacerse nada muy elaborado; si comía mucho antes de dormir, le costaba horrores conciliar el sueño después.
Abrió la nevera en busca de la leche y la vertió en un cuenco, introdujo un dedo en ella y se concentró apenas: una pequeña llama surgió de la leche y empezó a humear levemente. Lightning sonrió para sí mientras sacaba las galletas del cajón. Aunque Hope solía cocinar mediante el fogón, para cosas menores prefería usar una mínima parte del hechizo Piro, y le había enseñado a Lightning el truco y, lo más importante, a controlar su poder divino para que no fundiera el recipiente. Le había costado dos tazas y un vaso y un corte a Hope en la mano por el estallido de este último antes que le pillara el truco.
Aunque la época del año no era muy propicia, también sabía que su amigo se valía del hechizo Hielo para enfriar la comida. Lightning sabía que Hope pretendía crear una sociedad en la cual la magia y la tecnología fueran de la mano. Desde luego, él era el primero que daba ejemplo, usando su magia –aun careciendo de la fuerza divina, la joven sabía que Hope podría darle más de un quebradero de cabeza en un duelo de magia– en los quehaceres cotidianos.
“Nuestras vivencias han pasado a formar parte de nuestras vidas cotidianas”, pensó Lightning mientras mojaba una galleta en la leche, pensativa. Todos los ex lu’Cie, incluido Noel, estaban rehaciendo sus vidas en un mundo en paz. Devastado, pero en paz.
Al menos podían usar sus poderes y su experiencia para intentar reconstruir lo que sus acciones habían destruido. Era una forma de redimirse de sus crímenes pasados.
Una vez se hubo comido las galletas y bebido la leche, Lightning dejó el cuenco en el fregadero y lo llenó de agua, y después de estirarse como un gato, se dispuso a dirigirse al dormitorio. Sin embargo, nada más salir de la cocina, chocó de frente con algo que antes no estaba allí.
Aturdida, la joven retrocedió en tensión, maldiciendo haber dejado su sablepistola colgado en la silla.
-… ¿Light?-murmuró una voz adormilada. Lightning se relajó al momento: no necesitaba alzar la vista para saber que sólo Hope se dirigía a ella de aquella forma.
-Vaya, lo siento. ¿Te he despertado?
Era una pregunta retórica porque Hope tenía el cabello revuelto, la camisa arrugada y los ojos apagados a causa del sueño. De hecho, había apoyado una mano en la pared, sin duda para no perder el equilibrio.
-No te preocupes. Escuché ruidos y vi las luces encendidas, y salí a ver qué pasaba. Como no te esperaba hasta el amanecer…
-El capitán Audren me dejó venir antes de la hora prevista-explicó Lightning-. Y como mañana tengo el día libre, podré descansar todo lo que quiera.
-¿Tienes el día libre mañana?-Hope contuvo un bostezo sin mucho éxito-Qué suerte tienes. Ojalá yo pudiera decir lo mismo…
-Deberías tomarte al menos uno por tu cuenta-sonrió la joven, dándole una palmada en la espalda para hacerle volver a la cama-. Eres el Director, y como te pongas enfermo, la Academia pagará las consecuencias.
-Mmpf… -gruñó Hope, claramente demasiado adormilado como para replicar, pero saltaba a la vista que no estaba muy de acuerdo.
No era algo que a Lightning le importara, porque puso los brazos en jarras y le dirigió una mirada severa, aunque también un poco sardónica.
-Nada de quejas. Vete a dormir o mañana no podrás rendir en el trabajo. Los niños buenos duermen ocho horas diarias como mínimo si no quieren dormirse en clase.
-Eso es un golpe bajo, Light.
-En absoluto-replicó ella, aunque sabía que Hope no lo decía en serio, mientras le empujaba sin brusquedad hacia el dormitorio para no hacerle chocar con nada-. Y si no quieres que te trate como a un niño, deja de actuar como tal y descansa lo que tienes que descansar.
Hope se limitó a suspirar, y al entrar en la habitación, se dejó caer sobre la cama; eso sí, sin invadir el lado que Lightning se había adjudicado. Ella cogió su ropa de dormir y entró al cuarto de baño para cambiarse lo más rápido posible, ya que ella también estaba agotada y lo único que quería era dormir como mínimo doce horas seguidas.
Cuando salió, se encontró con que Hope se había quedado dormido de nuevo, sin duda nada más caer sobre la cama porque ella no podía haber tardado más de dos minutos en cambiarse de ropa. Sonrió para sí al tiempo que dejaba su uniforme de la Guardia sobre la cómoda y se metía en la cama. Su amigo se había dormido tan rápido que ni siquiera se había tapado, y en aquella época del año no era lo más ideal. Lightning sacudió la cabeza y, procurando no despertarle, cubrió su delgado cuerpo con la manta, antes de hacer ella lo propio y apagar la pequeña lámpara de su mesilla.
Lightning cerró los ojos, hundiendo su rostro en la almohada. El comienzo de su vida en Academia había sido ciertamente agotador, pero era un esfuerzo que estaba segura que daría sus frutos tarde o temprano.
Había temido sentirse incluso más perdida de lo que ya estaba. Echaba de menos a Serah, poder ofrecerle su protección y sus cuidados a su hermana pequeña. Pero, visto lo visto, con Hope no iba a faltarle alguien a quien tener a su cargo, aunque fuera de manera diferente.
Si bien era cierto que él también hacía lo que podía para protegerla y cuidarla. Ambos intentaban mantenerse a salvo, quizá no de los monstruos de fuera, sino de los de dentro del corazón.
“Pero, si somos fuertes y nos apoyamos, lograremos hacer frente a los monstruos que nos acechan en nuestros sueños, por dura que sea la batalla.” 

martes, 23 de abril de 2013

[OS] De nombres y destinos



El inconfundible sonido de un bostezo rompió el silencio que se respiraba en el desierto.

-¿Hope?-Lightning se detuvo, frunciendo el ceño.

Segundos después, la voz de su compañero, ligeramente ronca, le llegó a través del transmisor que llevaba siempre en la oreja.

-Dime.

Aquella respuesta tan escueta, más el bostezo previo, más el hecho de que Hope llevara largo rato sin apenas hacer ningún comentario cuando solía pasar casi todo el tiempo hablando con ella, hizo que Lightning suspirara. Echó un vistazo al cielo; estaba anocheciendo, lo cual significaba que llevaban ya más de tres días de trabajo coordinado sin pausas de ningún tipo.

-Estás cansado, ¿verdad?

Hope dejó escapar un gruñido de fastidio.

-Nada serio, tranquila. Se me pasará.

Lightning llevaba el tiempo suficiente comunicada con Hope las veinticuatro horas del día como para saber que el método de su amigo para eliminar el sueño era beber cubos de café y obligarse a continuar en pie hasta que su cuerpo se acostumbraba al cansancio.

Dadas las circunstancias, Lightning no había insistido en que se tomara un descanso hasta el momento; necesitaba a su guía, era perfectamente consciente de que sin él nunca hubiera llegado tan lejos en aquellas tierras hostiles. Pero si terminaba matando del agotamiento a su único compañero y ayuda de cámara en semejante misión, ya podían ir olvidándose de salvar el mundo, o lo poco que quedaba intacto de él.

Ella no necesitaba descansar tanto como Hope gracias a los dones divinos que había recibido tiempo atrás y no le seducía la idea de gastar el valioso y escaso tiempo que les restaba en un alto en el camino, pero era eso o arriesgarse a que su amigo acabara cayendo enfermo.

-Vamos a dejarlo por hoy-decidió la joven-. Buscaré un lugar donde pasar la noche; tú vete a dormir y descansa un rato.

-Light, tenemos menos de trece días para impedir una catástrofe. No podemos permitirnos el lujo de parar sólo porque esté un poco cansado. Además, se está haciendo de noche y estarías sola en el desierto; sabes de sobra que los monstruos salen a cazar a estas horas.

-Sé cuidarme de los monstruos, Hope. Puedo dormir a campo abierto sin grandes problemas, lo sabes. Ya sé que han pasado muchos siglos desde entonces, pero supongo que recordarás cómo manteníamos a raya a las fieras del Gran Paals.

-No es lo mismo-replicó Hope, testarudo-. Éstos son auténticos engendros. Y algunos han demostrado ser un peligro incluso para ti.

-Pues será cuestión de poner en práctica de nuevo los hechizos protectores-Lightning se encogió de hombros-. Por tu parte, sólo desconecta y duérmete.

-Por favor, Light, esto es mucho más importante que mi horario de sueño. Si pretendes que por culpa de un descuido mío te pase algo…

Irritada, Lightning alzó un dedo amenazador y lo apuntó hacia el micrófono del transmisor, que llevaba una pequeña cámara incorporada a través de la cual Hope podía ver lo mismo que ella veía. Él no podía verle la cara, pero sí aquel índice señalándole con indiscutible autoridad.

-Hope Estheim-el tono de Lightning no admitía réplica-, vas a apagar el ordenador, vas a subir las escaleras, vas a entrar en tu cuarto y te vas a acostar ahora mismo, si no quieres que vaya y lo haga yo misma. Y no seré ni mucho menos tan comprensiva como ahora.

Hope tardó unos instantes en responder, y cuando lo hizo, por su voz parecía un poco herido en su orgullo.

-No soy un crío para que me vengas con ésas.

-Ya sé que no lo eres-repuso Lightning sin suavizar un ápice el gesto; sabía que, a menos que se mantuviera en su sitio, Hope no se movería del suyo-. Pero deja de actuar como tal.

Su amigo soltó un bufido resignado.

-Viniendo de ti, no me sorprendería que vinieras hasta aquí sólo para mandarme a dormir. Pero creía que ya tenía cierta opinión al respecto…

-Sí, la de no parar hasta caer muerto. Muy inteligente por su parte, Director-ironizó ella llevándose una mano a la frente-. Sigue así y pronto te convertirás en el señor héroe Snow.

-No tiene nada que ver.-protestó Hope, picado.

-Más de lo que tú te piensas. Y ahora, ¿podemos dar por finalizada la discusión sin que tenga que ir a mandarte a la cama?

Se hizo un largo silencio. Finalmente, Lightning escuchó a Hope chasquear la lengua, dubitativo.

-Si se tratara de ti, Light, no me importaría; eres tú la que está ahí fuera, luchando. Yo, en cambio, paso la mayor parte del tiempo entre cuatro paredes y…

-¿Te piensas que soy de hierro?-cortó Lightning rápidamente; ya sabía de qué pie cojeaba Hope-No eres el único que necesita recobrar fuerzas.

-Ah… -la sorpresa dejó momentáneamente sin palabras a su amigo, que de pronto se vio sin argumentos para seguir negándose-Bien, siendo así… De acuerdo, dormiré un poco. Tú ganas, como siempre. Si es que no se te puede llevar la contraria…

Lightning sonrió, a su pesar. Su último comentario le recordaba viejos tiempos, al pequeño Hope de su periplo como lu’Cie, hacía tantísimo tiempo.

-Más te vale que así sea. Sabes que si no te vas a dormir me enteraré, y no quisiera estar en tu pellejo en ese caso.

Hope no pudo evitar reír entre dientes.

-¿Además de diosa guerrera, elegida de Etro y Liberadora de Almas eres criptovidente?

-No necesito criptovisión cuando mi objetivo miente pésimamente mal.
La noche había caído hacía largo rato sobre las suaves y etéreas dunas doradas del desierto, que bajo la pálida luz que se filtraba a través de las nubes parecían despedir destellos plateados.

Lightning había encontrado un hueco en una gran roca que la ocultaba en razonable medida de los hostiles ojos y colmillos de los monstruos, pero por si acaso había dispuesto a su alrededor una serie de protecciones mágicas como Coraza, Escudo y Velo. Había apoyado la espalda en la áspera piedra, con su espada en su regazo, disfrutando del silencio nocturno.

No tenía sueño, pero le venía bien relajarse un poco después de la presión a la que tanto ella como Hope se habían visto sometidos los primeros días después de conocer el aciago destino que se cernía sobre el mundo.

Ya hacía rato que Hope debía de estar durmiendo. Desde aquella última conversación no habían vuelto a hablar, y viniendo de él era señal inequívoca de que no estaba pendiente de ella.

Amparada por la oscuridad de la noche, Lightning no podía evitar recordar una y otra vez la cadena de desgracias que había conducido al mundo al borde de la obliteración más absoluta. Y ella, que era en gran medida responsable de tal situación, lo único que podía hacer era tratar de hacer retroceder la aciaga cuenta atrás con la ayuda de Hope hasta que descubriesen cómo neutralizar las fuerzas del Caos. Ello requería la coordinación perfecta y constante de la divina fuerza y poder de la guerrera y la brillante inteligencia y lógica del científico.

En ese momento, el transmisor, que aún estaba encendido, emitió un extraño ruidito seco. Lightning se irguió, alerta, hasta que se percató de que llevaba largo rato escuchando a través del dispositivo una respiración tranquila y pausada.

La joven guerrera meneó la cabeza, si bien una media sonrisa asomó a sus labios.

-Hope.-llamó suavemente.

La respuesta tardó unos momentos en llegar.

-¿Hm?

-¿No te he dicho que te fueras a la cama?

-Eso he hecho.-repuso Hope adormilado; Lightning enarcó una ceja.

-¿Y te has llevado el transmisor?

-Pues claro-por su tono de voz Lightning supo que su amigo sonreía-. Te dije que trataría de protegerte, ¿no? Si no estoy al tanto, no podré cuidar de ti.

Ella se rió por lo bajo.

-Me hace gracia que precisamente seas tú quien “cuide de mí”.

-Bueno-observó Hope con cierta ironía-, técnicamente ahora soy mayor que tú.

Lightning sonrió, recordando su sorpresa al reencontrarse con él y verlo convertido en un joven más alto que ella, mucho más maduro y también, tenía que admitirlo, mucho más atractivo.

-Cierto. ¿Cuántos años tenías antes de… todo esto?

Él no respondió enseguida. Parecía estar pensando detenidamente la cuestión.

-No estoy seguro… Entre veinticuatro y veintiséis, supongo. Noel me contó que en un momento dado, él y Serah se encontraron conmigo con veintisiete años, pero yo no lo recuerdo con claridad. Quizá las paradojas alteraran de algún modo el pasado, no lo sé.

-Sí-murmuró Lightning-, jugar con el tiempo nunca trae nada bueno.

Hope permaneció en silencio. Sí, el paso del tiempo había sido infinitamente más cruel con ellos que con el resto de sus compañeros: él era el único que no había sido capaz de acceder al Umbral de las Eras, mientras que Lightning se había visto atrapada en un plano donde el tiempo no fluía.

El silencio se alargó durante varios largos momentos.

-¿Qué haces?-preguntó entonces Lightning en voz baja para no asustar a Hope en el caso de que se hubiera quedado dormido.

-Miro el cielo-musitó su amigo-. Hoy está especialmente hermoso.

Lightning sonrió para sus adentros; podía imaginar perfectamente al joven tendido de lado en su cama, con su revuelto cabello plateado sobre la almohada y sus claros ojos color verde agua fijos en el ventanal de su cuarto, perdidos en sus eternas ensoñaciones.

Alzó la vista y contempló la bóveda celeste, cubierta por aquellas densas nubes que tanto le recordaban a las que siempre cubrían Valhalla.

-Pero está nublado-hizo notar la joven guerrera-. Siempre está muy nublado.

-Tú llevas poco tiempo aquí-rió Hope-. Esta noche se filtra mucha más luz de lo habitual. Por lo general las noches eran casi oscuridad total, ya lo sabes.

Si Lightning lo sabía era porque Hope le advertía sobre los peligros nocturnos cada dos por tres. A ella sólo le preocupaban los feroces monstruos que a esas horas salían a cazar; entre sus dones divinos se contaba una felina visión nocturna. Por eso no se había fijado antes en aquel detalle.

-Puede ser-reconoció no muy emocionada-. Aun así, sigue siendo muy oscuro. No me gusta.

-Ya lo sé. Perdona que le dé tantas vueltas, es sólo que… -Hope dudó un instante-Hace tiempo, mirar el cielo era desalentador. Alzabas la vista y lo único que veías era oscuridad, ningún ápice de luz que pudiera guiarte. Simbolizaba perfectamente cómo perdimos la esperanza en el futuro.

Algo en la voz de Hope hizo que el corazón de Lightning se contrajera, haciéndole respirar hondo para aflojar el dolor. Él no solía hablar sobre su vida en Nova Chrysalia a menos que fuera para aportar algún dato que pudiera serles de utilidad en su misión; no tenían tiempo para ponerse a hablar de lo que habían hecho durante todo el tiempo que no se habían visto.

Por primera vez, Lightning pensó que, si bien ella había perdido a su hermana, al menos había dormido durante siglos. En cambio, Hope y los demás supervivientes se habían visto forzados a seguir adelante.

-Pero tú no puedes perder la esperanza-replicó la joven, frunciendo el ceño-. No puedes perderte a ti mismo, Hope.

-Una cosa es que yo me aferrara a la mínima posibilidad de salvación y otra muy distinta es que los demás hicieran lo mismo. A lo largo de todos estos años, muchos decidieron acabar con sus vidas-repuso Hope con tristeza-. Te mentiría si te dijera que yo no me lo planteé en alguna ocasión. A veces, mi nombre no es otra cosa que una carga para mí.

-No tendría por qué-Lightning ladeó la cabeza, sorprendida-. Tienes un nombre precioso. La esperanza es uno de los sentimientos más bellos que existen.

-También uno de los más crueles-murmuró el joven amargamente-. La esperanza no aporta la felicidad, Light. Tan sólo te impulsa a seguir adelante, en una búsqueda que pueda llevarte a dicha felicidad… o condenarte a una vida de falsas ilusiones.

Su respuesta asombró sobremanera a Lightning. Jamás se lo había planteado de aquella forma, para ella la esperanza era lo único que la mantenía y le permitía seguir luchando. Sin embargo… Hope tenía razón. Y la guerrera intuyó, bajo sus palabras, el temor de su amigo: no hacer otra cosa que guiarla a una vana ilusión sin poder aportarle la felicidad que esperaba.

Ante el silencio abatido de Hope, Lightning intentó subirle los ánimos:

-Puedes comparar tu nombre con el mío. El tuyo es un concepto hermoso; en cambio, yo sólo traigo desgracias a quienes me rodean.

-Eso no es así-saltó Hope al punto-. A ti te puede parecer bonito mi nombre, pero creo que el tuyo le da mil vueltas. Es la energía pura que vibra en los cielos y los ilumina en el caos de las tormentas.

Ella no pudo evitar sonreír. Las metáforas soñadoras eran típicas viniendo de Hope; costaba creer que un científico como él se pudiera perder tanto en sus propias fantasías. Y había captado inmediatamente el doble sentido que su amigo había imprimido en su símil.

-Ni siquiera es mi verdadero nombre. No es más que un simple apodo.

-¿Tú crees? Yo diría que no. Quizá no sea tu nombre de nacimiento, pero Lightning es tu verdadero nombre porque es el que tú misma has elegido. No todos tenemos el valor para cambiar quiénes somos.

Una amarga media sonrisa asomó a los labios de Lightning.

-Cambiar tu nombre no implica cambiar quiénes somos.

-De alguna forma sí nos cambia-repuso Hope con dulzura, como si pensara que sus palabras podían herirla-. Dudo mucho que seas la misma que antes después de convertirte en Lightning.

Aquel tipo de observaciones inquietaban a la joven de una forma que no lograba explicarse. Era como si, de alguna manera, Hope leyera a través de ella, y eso que no sabía todos los detalles. Pero era al único a quien le había revelado algunos datos sobre su pasado, y estaba claro que la privilegiada mente de su amigo hacía el resto atando cabos.

-A estas alturas-comentó, medio en broma-, ya ni sé qué o quién soy.

-Para mí eres Light-susurró el joven, su voz sonriéndole suavemente. Lightning sintió un extraño escalofrío-. Para el resto del mundo, no lo sé, y si te digo la verdad, no es que me importe. Pero para mí, que he pasado años mirando un cielo cubierto por la oscuridad, la luz lo es todo.

Sus palabras dejaron en el aire un largo silencio. Lightning notó un súbito calor en sus mejillas, y sacudió la cabeza intentando, sin éxito, enfriarlo. Conocía la sensación, propia de la calidez de Hope, pero nunca la había experimentado de aquella forma.

No estaba segura de si le gustaba o no. Por lo pronto era incómoda.

-¿De verdad? ¿Incluso una luz que se apagó y dejó el mundo abandonado a su suerte durante siglos?-se le ocurrió responder, parte de su amargura aflorando con sus palabras. Tras haber visto el estado en el que había quedado el mundo tras su cristalización, Lightning no podía evitar sentirse culpable por ello. Y por haber dejado tirados a sus amigos en aquel entrópico lugar.

Hope exhaló un suspiro cansado.

-En tu día hiciste lo que consideraste correcto. No seré yo quien te reproche haber elegido proteger el recuerdo de tu hermana-tras una breve pausa, el joven susurró:-. Yo hubiera hecho lo mismo.

-¿El qué? ¿Cristalizarte en memoria de tu hermana?-Lightning no pudo evitar cerrar los ojos con gesto de dolor al recordar a Serah.

-Bueno, no exactamente por una hermana… -admitió Hope, que al fin y al cabo había sido hijo único-Pero sí por una persona a la que amara con la misma intensidad.

Su comentario podría haber sido casual, pero a Lightning le dio la impresión de que algo más había tras sus palabras. No estaba segura de querer saberlo. Parecía ser algo personal, y no sería ella quien se metiera donde no le llamaban.

-No sólo lo hice por Serah… -murmuró la joven guerrera-Mi batalla contra Caius estaba perdida. Mi única posibilidad era cristalizarme y aguardar mi momento. Ése era mi destino.

Una vez más, Hope dejó escapar otro suspiro, pero no comentó nada.

-¿Qué?-le preguntó Lightning ante su deliberado silencio.

-Es un destino cruel… Te obligaron a rendirte con Serah como última esperanza. Y sin embargo, los dioses siguen jugando contigo y con tus sentimientos. Igual que Lumina.

Había dado en el clavo. Aquella chica, Lumina, ponía de los nervios a Lightning cada vez que se cruzaba en su camino. Era tan dolorosamente parecida a Serah… y a la vez, tan diferente. Impredecible.

-No soy la única que parece ser un juguete de los dioses-replicó la joven arrugando la nariz-. Tú también estás involucrado, Hope. No sé por qué, pero lo estás. Y no deberías.

Para su sorpresa, Hope rió suavemente entre dientes. No se había esperado aquella reacción, sobre todo porque su amigo no le tenía mucho aprecio a los dioses.

-Quizá sí, quizá no. No lo sé. Pero la cuestión es que estoy involucrado-repuso, y Lightning casi pudo visualizar su dulce sonrisa-. Y me involucré por mí mismo. Que sea mi destino o no, no me importa. Pero lo hice porque quería. Para eso no necesito órdenes de ningún dios.

Lightning también sonrió, una risa divertida por lo bajo que alivió en parte su creciente rubor. No podía evitarlo, aquel chico seguía teniendo algo que hacía aflorar su faceta más sensible.

-Ojalá pudiera tener un ápice de tu fuerza de voluntad, Hope.

-¿No me correspondería a mí ser quien dijera eso?-bromeó el joven, momentáneamente sorprendido; su tono se volvió serio-Tú eres mi mentora, Light. Si yo la tengo, es gracias a ti. Así que la tienes, no te quepa duda.

Ella negó con la cabeza, suspirando con tristeza.

-Si la tuve, los dioses debieron de arrebatármela.

-No existe un dios capaz de apagar una luz destinada a iluminar toda Nova Chrysalia. Nunca pierdas la esperanza… -Hope hizo una pausa, y después añadió con cierto sarcasmo:-No estás sola ahí fuera, ¿recuerdas? Aún me tienes a mí.

Lightning sonrió, a su pesar. Sí, todavía tenía a Hope. Y sabía que no iba a abandonarla.

Su amigo sería fiel a su nombre. Lo sabía porque ella le había enseñado a serlo.

-Bien-asintió, observando el cielo con la mirada llena de nostalgia, sabiendo que Hope y ella compartían en aquel momento la misma imagen en sus ojos-. Tú tampoco estás solo, Hope. También yo estoy contigo, y lo estaré. Sea o no mi destino.

Hope también sonrió. Lightning lo sabía.

En aquella noche había mucha más luz que en cualquier otra que hubiera caído sobre Nova Chrysalia durante cinco siglos.

Y también en los corazones de ambos, guerrera y científico, separados por el espacio pero unidos por unos nombres cargados de significado y un destino en común en el tiempo.

-Lo sé. Esta noche, más que nunca.

sábado, 6 de abril de 2013

[OS] Guía de Almas



Voces.

Joven mortal.

Hablaban en sus sueños.

Hijo de la Sabiduría, elegido por la Fuerza.

Noche tras noche desde el Hundimiento.

Abandonado por todos como la Necedad.

Palabras sin sentido resonaban en su mente.

La sombra de tu madre te ancla al pasado.

Cada vez con más intensidad.

Tú y yo no somos tan diferentes.

En especial desde el comienzo del fin.

Ambos luchamos por proteger un mundo y fracasamos.

Todo se perdió en un momento.

El pasado nos ha encadenado durante mucho tiempo.

En sus sueños aún escuchaba los lamentos de las almas cautivas.

Pero tú creaste un nuevo mundo cuando todo parecía perdido.

Las ominosas campanadas anunciando la eterna paradoja.

Diste esperanza a mi creación en mi nombre.

Veía la oscuridad infectando cada partícula del mundo.

Yo también crearé un nuevo mundo en pos de esa esperanza.

Y aquella figura cristalizada en un trono de alabastro.

Joven mortal, escucha mi llamada.

Se removió inquieto en sueños.

En ti he visto la Fuerza, la Sabiduría y la Necedad de mis hijos.

Su pálido rostro contraído en un gesto tenso.

Nacido en el refugio de Lindzei.

La débil luz de la luna iluminaba el sudor de su frente.

Marcado por la tierra de Paals.

Sus finas manos apretadas en puños.

Consagrado a hallar el reino de Etro.

Los acelerados latidos de su corazón.

Y atrapado en la maldición de la Madre.

Su cabello plateado destacaba en la oscuridad.

Yo te elijo, portador de la esperanza.

El silencio era absoluto.

Cuando la estrella refulja una vez más en el cielo como el rayo.

Siempre.

Tu mente conducirá la fuerza de su luz.

Excepto en sus sueños.

Tú devolverás su resplandor a la estrella herida.

La voz le hablaba.

Ella iluminará de nuevo tu esperanza perdida.

Siempre.

He oído vuestras plegarias.

 Pero nunca recordaba sus palabras exactas.

He escuchado vuestros deseos.

Sólo la sensación de haber olvidado algo importante.

He observado vuestras promesas.

El fin se acercaba y sólo una cosa le importaba.

Ambos sois mis elegidos.

Si ella no despertaba no podría despedirse jamás.

Juntos llevaréis a las almas cautivas a un mundo de luz y esperanza.

La historia se repetiría.

La Liberadora de Almas.

Mil años después.

El Guía de Almas.

Un suspiro ahogado escapó de los labios del joven.

Liberad a las almas de las cadenas del pasado.

Su cuerpo delgado se estremeció.

Guiadlas a un nuevo hogar donde existe un futuro.

Mechones de cabello plateado ocultaban su rostro.

Hope Estheim.

Sus párpados temblaron.

Sé la esperanza que en los últimos trece días guíe el camino de mi Luz.

Los ojos del joven se abrieron bruscamente, revelando unos iris del color verde del mar.
Hope Estheim se incorporó en su cama, respirando entrecortadamente, su piel pálida y sudorosa.

Tardó unos momentos en calmarse.

Sus ojos se dirigieron hacia la ventana.

Un enorme santuario en ruinas se recortaba contra la luna.

Las voces habían callado.

Pero por primera vez algo había cambiado.

Su memoria no recordaba sus palabras.

Su corazón sí lo hacía.