Las calles de Luxerion estaban casi desiertas a aquellas
horas de la noche.
Los monstruos acechaban desde la oscuridad.
Nadie que valorase mínimamente su vida osaría poner un pie
en las calles de los suburbios de la ciudad cuando la oscuridad lo abrazaba
todo, más de lo normal en aquel mundo.
Pero él, una vez más, había decidido arriesgarse.
Se sabía protegido contra la oscuridad.
Tenía que saber…
Pasó una mano por la pared. Sentía el frío tacto de los
azulejos, pero era capaz de percibir aquella chispa tibia…
Magia…
Sin embargo, aquel muro seguía resistiéndose a sus esfuerzos
por desentrañar su secreto. Había empezado a pensar que no era a él a quien le
correspondía hacerlo.
Otra broma más de los
dioses.
La aparición de aquella runa en aquella pared, hacía ya
meses, había avivado su expectación. Aunque sólo hubiera brillado durante unos
segundos.
Algo estaba cambiando.
Cambios en un mundo
inmutable…
¿Qué, o quién, sería capaz de obrar semejante milagro en
aquel mundo sempiterno?
Sólo conozco a una persona
que lo haya hecho…
¿Estaría augurando aquella magia el milagro que llevaba
siglos esperando?
Oyó pasos tras él. Su instinto le alertó antes de que el
sonido llegara a sus oídos. Se giró casi al instante para encontrarse con el
filo de un pequeño gladio, oscuro y recorrido por líneas azuladas, apuntándole
directamente al cuello.
Un mechón de cabello grisáceo resaltaba entre la melena
castaña del recién llegado, iluminado suavemente por la luz de la luna y las
farolas de Luxerion.
-Has vuelto.-dijo su atacante, su voz fría y áspera, rota
por el sufrimiento de siglos. No era una pregunta, sino una afirmación.
Él se limitó a devolverle una mirada límpida de sus ojos
color verde agua.
-Lo he hecho.
-Creo recordar que te advertí de lo que te pasaría si volvías
a poner un pie por aquí.-prosiguió el joven de cabello castaño, acercando la
punta de su espada un poco más a su cuello.
Pero él esbozó una media sonrisa lacónica.
-La ciudad es de todos. Que tú creas que tienes derecho a
reclamar para ti este pedazo de Luxerion sólo porque te proteja la Orden no significa que yo no pueda venir
aquí a investigar cuantas veces quiera, Noel.
Su atacante mostró los dientes en una mueca de desprecio.
-Ese nombre ya no significa nada para mí.
-Y, según tú, el nombre “Cazador Sombrío” sí lo hace-replicó
él, enarcando las cejas-. Veo que el Caos sigue tan fuerte como siempre dentro
de ti.
Noel torció el gesto. Sus ojos azules eran una pared de
acero.
-Y el tuyo carece de sentido en este mundo. Hope-pronunció
la palabra con evidente desagrado, como si la escupiera-. Ya no hay lugar para
la esperanza.
El joven, de revuelto cabello plateado, ladeó la cabeza. No
perdía de vista el filo del gladio de Noel, todavía peligrosamente cerca de su
cuello.
-Si nos rendimos al destino, es cuando no lo habrá.
-No se puede desafiar al destino.-fue la agria respuesta de
Noel. Había una intensa rabia contenida en su voz.
En aquel punto, Hope comprendía sus motivos para afirmarlo.
Pero no los compartía.
-Te recordaba mucho más dispuesto a luchar por un futuro
mejor, Noel.
-Ya no existe el futuro-replicó Noel con brusquedad, y alzó
su otra espada, mucho más ornamentada, hacia el pecho de Hope-. Y tú sigues
obcecado en negarlo. Una falsa esperanza.
Hope cerró los ojos. No era la primera vez que había oído
aquellas palabras de su boca.
-No soy yo quien la alimenta-dijo con calma-. Esa esperanza
nunca nos ha dejado. Pero la gente se niega a ver más allá de la piedad de
Bhunivelze…
Noel soltó una amarga risotada.
-Qué sorpresa oírte decir eso. ¿Qué diría la Orden si
supiera que dudas de las divinas enseñanzas del Dios, Hope?
-La Orden no tiene por qué meter su nariz en lo que yo crea
o deje de creer. Mis pensamientos son sólo míos.
-Permíteme que lo dude-los ojos de Noel brillaban con
desprecio-. Si vives lejos de Luxerion y vienes aquí a investigar de noche,
como un fugitivo, es por salvar tu cuello del alcance de la Orden, y lo sabes.
¿Qué sentido tendría si no que el creador del Nuevo Nido haya elegido como
hogar un lugar tan devastado como las tierras del Santuario?
Si los ojos de Noel mostraban disgusto, en aquel instante
los de Hope relucieron con determinación.
-Tengo algo muy importante que proteger allí.
La mueca de Noel se volvió aún más fiera. Sus dos espadas
seguían apuntando tanto al cuello como al pecho del joven científico.
-En eso gastas la poca brillantez que te queda-escupió el
Cazador Sombrío-. En un estúpido cristal.
Por primera vez, la aparente calma de Hope desapareció de su
rostro, sustituida por una expresión peligrosamente fiera.
-Vigila tus palabras-le advirtió el joven científico
entornando los ojos de forma que sólo se apreciaban dos rendijas color verde-. No seré yo quien se inmiscuya en lo que hagas o no, Noel, pero no pienso
permitir que insultes deliberadamente aquello por lo que lucho.
-¿Y cómo piensas impedirlo?-las espadas de Noel se acercaron
un poco más a él, amenazantes. Pero Hope no se amilanó.
-Puede que no sea un guerrero experimentado como tú, pero aún
soy capaz de defenderme con la magia. No me provoques y no tendré necesidad de
usarla.
Noel frunció el ceño con fiereza, pero en sus ojos había una
chispa de recelo. Aunque Hope ya no era
un lu’Cie, había oído suficientes historias sobre el extraordinario don del
científico para la magia, por poco que la usara.
-Sabes cuál es mi trabajo-siseó el Cazador Sombrío,
observando a Hope como un depredador a punto de despedazar a su presa-. Y por
qué la Orden me tiene en alta estima.
-Así que sigues dando caza a los que se han dado cuenta de
la verdad.
-Tú llevas en esa lista mucho tiempo. Por tu cabeza se paga
un alto precio.
Hope estaba al tanto. Si no fuera así, no tendría que
investigar en Luxerion de noche, siempre alerta por si alguien se acercaba. La
recompensa que la Orden ofrecía por él no era poca cosa.
-Y sin embargo, no es la primera vez que me tienes a tu
merced. ¿Cuál es tu razón para no matarme, Noel?
Noel mostró los dientes en una mueca feroz.
-No tengo por qué perder el tiempo con falsas esperanzas. No
mereces la pena. Has fracasado en todo en lo que te has propuesto, una y otra
vez.
Las palabras del Cazador eran duras. Pero para Hope no eran
nada que no supiera ya. Él mismo se las había repetido a lo largo de casi cinco
largos siglos que, para la gente en general, no habían sido sino un suspiro.
-Lo sé.
-Y sin embargo, sigues rebelándote contra lo que ya no tiene
solución-Noel lo miraba fijamente-. ¿Por qué? ¿Cuál es tu razón para seguir
luchando?
Hope cerró los ojos. Aquella pregunta tampoco le era desconocida.
Llevaba centurias haciéndosela a sí mismo.
Pero supe la
respuesta desde el primer momento.
-Hice una promesa de la cual aún no he podido cumplir mi
parte.
-Ella no volverá-replicó Noel con acritud-. Está muerta.
Caius la mató.
El joven científico sacudió suavemente la cabeza.
-Ella volverá. De eso estoy tan seguro como de que el tiempo
dejó de fluir hace quinientos años.
Noel hizo una mueca.
-Si no existe el tiempo, tampoco existe el futuro.
Hope le dirigió una mirada extraña, pensativa, casi
entristecida.
-Serah sufriría mucho si te oyera hablar así del futuro por
el cual una vez luchaste, Noel.
-Serah está muerta.-la voz del Cazador Sombrío tembló casi
imperceptiblemente, pero aquel instante de dolor no pasó desapercibido para
Hope, que alzó la cabeza con decisión y clavó en Noel sus ojos color verde
agua.
-Ella volverá-repitió, y añadió con una agridulce media
sonrisa:-. Ambas volverán. No me importa el tiempo que tenga que esperar. Algún
día lo veré con mis propios ojos.
-Si te mato antes-murmuró Noel acercando sus espadas todavía
más a su pecho-tu premisa no se cumplirá. Sería toda una humillación para el
científico rebelde que tanto teme la Orden…
Pero Hope se limitó a dirigirle una mirada serena.
-Dime, Noel. ¿Es lo que realmente quieres? ¿Qué diría Serah
si regresara y supiera lo que has hecho?
Noel sostuvo su mirada unos segundos de tenso silencio. Sus
espadas seguían apuntando tanto al cuello como al corazón de Hope, y por un
momento el joven creyó que su filo se aproximaba aún más a él.
Pero fue sólo una impresión, porque entonces Noel bajó bruscamente
las armas y le dio la espalda, sus manos aferrando con fuerza las empuñaduras
de sus espadas.
-Vete.-le dijo el Cazador Sombrío en apenas un susurro
cargado de amargura.
Hope respiró hondo, y chasqueó los dedos para apagar la luz
mágica que había encendido antes para examinar la pared. Noel no le hizo caso;
seguía dándole la espalda, su cuerpo temblando… ¿de rabia?, ¿de impotencia? ¿De
todo un poco?
-Te lo dije la otra vez, Noel-murmuró Hope, consciente de que
estaba tentando su suerte-. El Caos ha hecho mella en ti, pero aún hay
esperanza para ti. No la rechaces.
-Esa esperanza está tan muerta como aquélla que según tú la
representa y su hermana. Y ahora lárgate antes de que cambie de opinión y cumpla las órdenes
de la Orden como debería haber hecho nada más verte.
Hope frunció el ceño, pero asintió brevemente. Se cubrió la
cabeza con la capucha y las oscuras gafas que usaba para camuflarse en la noche
de Luxerion, y se dispuso a alejarse de allí, de vuelta al Santuario de Etro.
Sin embargo, apenas había dado unos pasos cuando oyó de
nuevo la voz de Noel:
-¿Cómo es posible que el Caos no te haya afectado, Hope?
¿Cuál es tu razón para no haber perdido toda esperanza?
Esta vez fue Hope quien no se volvió para responderle, pero esbozó
aquella agridulce media sonrisa que siempre se dibujaba en sus labios cuando
pensaba en su razón.
-La oscuridad del Caos jamás podrá apagar la luz de mi
esperanza, Noel. La misma luz que un día me enseñó a encontrar la esperanza que
hay en mí.
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