martes, 5 de febrero de 2013

[OS] ¿Cuál es tu razón?



Las calles de Luxerion estaban casi desiertas a aquellas horas de la noche.

Los monstruos acechaban desde la oscuridad.

Nadie que valorase mínimamente su vida osaría poner un pie en las calles de los suburbios de la ciudad cuando la oscuridad lo abrazaba todo, más de lo normal en aquel mundo.

Pero él, una vez más, había decidido arriesgarse.

Se sabía protegido contra la oscuridad.

Tenía que saber…

Pasó una mano por la pared. Sentía el frío tacto de los azulejos, pero era capaz de percibir aquella chispa tibia…

Magia…

Sin embargo, aquel muro seguía resistiéndose a sus esfuerzos por desentrañar su secreto. Había empezado a pensar que no era a él a quien le correspondía hacerlo.

Otra broma más de los dioses.

La aparición de aquella runa en aquella pared, hacía ya meses, había avivado su expectación. Aunque sólo hubiera brillado durante unos segundos.

Algo estaba cambiando.

Cambios en un mundo inmutable…

¿Qué, o quién, sería capaz de obrar semejante milagro en aquel mundo sempiterno?

Sólo conozco a una persona que lo haya hecho…

¿Estaría augurando aquella magia el milagro que llevaba siglos esperando?

Oyó pasos tras él. Su instinto le alertó antes de que el sonido llegara a sus oídos. Se giró casi al instante para encontrarse con el filo de un pequeño gladio, oscuro y recorrido por líneas azuladas, apuntándole directamente al cuello.

Un mechón de cabello grisáceo resaltaba entre la melena castaña del recién llegado, iluminado suavemente por la luz de la luna y las farolas de Luxerion.

-Has vuelto.-dijo su atacante, su voz fría y áspera, rota por el sufrimiento de siglos. No era una pregunta, sino una afirmación.

Él se limitó a devolverle una mirada límpida de sus ojos color verde agua.

-Lo he hecho.

-Creo recordar que te advertí de lo que te pasaría si volvías a poner un pie por aquí.-prosiguió el joven de cabello castaño, acercando la punta de su espada un poco más a su cuello.

Pero él esbozó una media sonrisa lacónica.

-La ciudad es de todos. Que tú creas que tienes derecho a reclamar para ti este pedazo de Luxerion sólo porque te proteja la Orden no significa que yo no pueda venir aquí a investigar cuantas veces quiera, Noel.

Su atacante mostró los dientes en una mueca de desprecio.

-Ese nombre ya no significa nada para mí.

-Y, según tú, el nombre “Cazador Sombrío” sí lo hace-replicó él, enarcando las cejas-. Veo que el Caos sigue tan fuerte como siempre dentro de ti.

Noel torció el gesto. Sus ojos azules eran una pared de acero.

-Y el tuyo carece de sentido en este mundo. Hope-pronunció la palabra con evidente desagrado, como si la escupiera-. Ya no hay lugar para la esperanza.

El joven, de revuelto cabello plateado, ladeó la cabeza. No perdía de vista el filo del gladio de Noel, todavía peligrosamente cerca de su cuello.

-Si nos rendimos al destino, es cuando no lo habrá.

-No se puede desafiar al destino.-fue la agria respuesta de Noel. Había una intensa rabia contenida en su voz.

En aquel punto, Hope comprendía sus motivos para afirmarlo.

Pero no los compartía.

-Te recordaba mucho más dispuesto a luchar por un futuro mejor, Noel.

-Ya no existe el futuro-replicó Noel con brusquedad, y alzó su otra espada, mucho más ornamentada, hacia el pecho de Hope-. Y tú sigues obcecado en negarlo. Una falsa esperanza.

Hope cerró los ojos. No era la primera vez que había oído aquellas palabras de su boca.

-No soy yo quien la alimenta-dijo con calma-. Esa esperanza nunca nos ha dejado. Pero la gente se niega a ver más allá de la piedad de Bhunivelze…

Noel soltó una amarga risotada.

-Qué sorpresa oírte decir eso. ¿Qué diría la Orden si supiera que dudas de las divinas enseñanzas del Dios, Hope?

-La Orden no tiene por qué meter su nariz en lo que yo crea o deje de creer. Mis pensamientos son sólo míos.

-Permíteme que lo dude-los ojos de Noel brillaban con desprecio-. Si vives lejos de Luxerion y vienes aquí a investigar de noche, como un fugitivo, es por salvar tu cuello del alcance de la Orden, y lo sabes. ¿Qué sentido tendría si no que el creador del Nuevo Nido haya elegido como hogar un lugar tan devastado como las tierras del Santuario?

Si los ojos de Noel mostraban disgusto, en aquel instante los de Hope relucieron con determinación.

-Tengo algo muy importante que proteger allí.

La mueca de Noel se volvió aún más fiera. Sus dos espadas seguían apuntando tanto al cuello como al pecho del joven científico.

-En eso gastas la poca brillantez que te queda-escupió el Cazador Sombrío-. En un estúpido cristal.

Por primera vez, la aparente calma de Hope desapareció de su rostro, sustituida por una expresión peligrosamente fiera.

-Vigila tus palabras-le advirtió el joven científico entornando los ojos de forma que sólo se apreciaban dos rendijas color verde-. No seré yo quien se inmiscuya en lo que hagas o no, Noel, pero no pienso permitir que insultes deliberadamente aquello por lo que lucho.

-¿Y cómo piensas impedirlo?-las espadas de Noel se acercaron un poco más a él, amenazantes. Pero Hope no se amilanó.

-Puede que no sea un guerrero experimentado como tú, pero aún soy capaz de defenderme con la magia. No me provoques y no tendré necesidad de usarla.

Noel frunció el ceño con fiereza, pero en sus ojos había una chispa de recelo. Aunque Hope ya  no era un lu’Cie, había oído suficientes historias sobre el extraordinario don del científico para la magia, por poco que la usara.

-Sabes cuál es mi trabajo-siseó el Cazador Sombrío, observando a Hope como un depredador a punto de despedazar a su presa-. Y por qué la Orden me tiene en alta estima.

-Así que sigues dando caza a los que se han dado cuenta de la verdad.

-Tú llevas en esa lista mucho tiempo. Por tu cabeza se paga un alto precio.

Hope estaba al tanto. Si no fuera así, no tendría que investigar en Luxerion de noche, siempre alerta por si alguien se acercaba. La recompensa que la Orden ofrecía por él no era poca cosa.

-Y sin embargo, no es la primera vez que me tienes a tu merced. ¿Cuál es tu razón para no matarme, Noel?

Noel mostró los dientes en una mueca feroz.

-No tengo por qué perder el tiempo con falsas esperanzas. No mereces la pena. Has fracasado en todo en lo que te has propuesto, una y otra vez.

Las palabras del Cazador eran duras. Pero para Hope no eran nada que no supiera ya. Él mismo se las había repetido a lo largo de casi cinco largos siglos que, para la gente en general, no habían sido sino un suspiro.

-Lo sé.

-Y sin embargo, sigues rebelándote contra lo que ya no tiene solución-Noel lo miraba fijamente-. ¿Por qué? ¿Cuál es tu razón para seguir luchando?

Hope cerró los ojos. Aquella pregunta tampoco le era desconocida. Llevaba centurias haciéndosela a sí mismo.

Pero supe la respuesta desde el primer momento.

-Hice una promesa de la cual aún no he podido cumplir mi parte.

-Ella no volverá-replicó Noel con acritud-. Está muerta. Caius la mató.

El joven científico sacudió suavemente la cabeza.

-Ella volverá. De eso estoy tan seguro como de que el tiempo dejó de fluir hace quinientos años.

Noel hizo una mueca.

-Si no existe el tiempo, tampoco existe el futuro.

Hope le dirigió una mirada extraña, pensativa, casi entristecida.

-Serah sufriría mucho si te oyera hablar así del futuro por el cual una vez luchaste, Noel.

-Serah está muerta.-la voz del Cazador Sombrío tembló casi imperceptiblemente, pero aquel instante de dolor no pasó desapercibido para Hope, que alzó la cabeza con decisión y clavó en Noel sus ojos color verde agua.

-Ella volverá-repitió, y añadió con una agridulce media sonrisa:-. Ambas volverán. No me importa el tiempo que tenga que esperar. Algún día lo veré con mis propios ojos.

-Si te mato antes-murmuró Noel acercando sus espadas todavía más a su pecho-tu premisa no se cumplirá. Sería toda una humillación para el científico rebelde que tanto teme la Orden…

Pero Hope se limitó a dirigirle una mirada serena.

-Dime, Noel. ¿Es lo que realmente quieres? ¿Qué diría Serah si regresara y supiera lo que has hecho?

Noel sostuvo su mirada unos segundos de tenso silencio. Sus espadas seguían apuntando tanto al cuello como al corazón de Hope, y por un momento el joven creyó que su filo se aproximaba aún más a él.

Pero fue sólo una impresión, porque entonces Noel bajó bruscamente las armas y le dio la espalda, sus manos aferrando con fuerza las empuñaduras de sus espadas.

-Vete.-le dijo el Cazador Sombrío en apenas un susurro cargado de amargura.

Hope respiró hondo, y chasqueó los dedos para apagar la luz mágica que había encendido antes para examinar la pared. Noel no le hizo caso; seguía dándole la espalda, su cuerpo temblando… ¿de rabia?, ¿de impotencia? ¿De todo un poco?

-Te lo dije la otra vez, Noel-murmuró Hope, consciente de que estaba tentando su suerte-. El Caos ha hecho mella en ti, pero aún hay esperanza para ti. No la rechaces.

-Esa esperanza está tan muerta como aquélla que según tú la representa y su hermana. Y ahora lárgate antes de que cambie de opinión y cumpla las órdenes de la Orden como debería haber hecho nada más verte.

Hope frunció el ceño, pero asintió brevemente. Se cubrió la cabeza con la capucha y las oscuras gafas que usaba para camuflarse en la noche de Luxerion, y se dispuso a alejarse de allí, de vuelta al Santuario de Etro.

Sin embargo, apenas había dado unos pasos cuando oyó de nuevo la voz de Noel:

-¿Cómo es posible que el Caos no te haya afectado, Hope? ¿Cuál es tu razón para no haber perdido toda esperanza?

Esta vez fue Hope quien no se volvió para responderle, pero esbozó aquella agridulce media sonrisa que siempre se dibujaba en sus labios cuando pensaba en su razón.

-La oscuridad del Caos jamás podrá apagar la luz de mi esperanza, Noel. La misma luz que un día me enseñó a encontrar la esperanza que hay en mí.


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