martes, 23 de abril de 2013

[OS] De nombres y destinos



El inconfundible sonido de un bostezo rompió el silencio que se respiraba en el desierto.

-¿Hope?-Lightning se detuvo, frunciendo el ceño.

Segundos después, la voz de su compañero, ligeramente ronca, le llegó a través del transmisor que llevaba siempre en la oreja.

-Dime.

Aquella respuesta tan escueta, más el bostezo previo, más el hecho de que Hope llevara largo rato sin apenas hacer ningún comentario cuando solía pasar casi todo el tiempo hablando con ella, hizo que Lightning suspirara. Echó un vistazo al cielo; estaba anocheciendo, lo cual significaba que llevaban ya más de tres días de trabajo coordinado sin pausas de ningún tipo.

-Estás cansado, ¿verdad?

Hope dejó escapar un gruñido de fastidio.

-Nada serio, tranquila. Se me pasará.

Lightning llevaba el tiempo suficiente comunicada con Hope las veinticuatro horas del día como para saber que el método de su amigo para eliminar el sueño era beber cubos de café y obligarse a continuar en pie hasta que su cuerpo se acostumbraba al cansancio.

Dadas las circunstancias, Lightning no había insistido en que se tomara un descanso hasta el momento; necesitaba a su guía, era perfectamente consciente de que sin él nunca hubiera llegado tan lejos en aquellas tierras hostiles. Pero si terminaba matando del agotamiento a su único compañero y ayuda de cámara en semejante misión, ya podían ir olvidándose de salvar el mundo, o lo poco que quedaba intacto de él.

Ella no necesitaba descansar tanto como Hope gracias a los dones divinos que había recibido tiempo atrás y no le seducía la idea de gastar el valioso y escaso tiempo que les restaba en un alto en el camino, pero era eso o arriesgarse a que su amigo acabara cayendo enfermo.

-Vamos a dejarlo por hoy-decidió la joven-. Buscaré un lugar donde pasar la noche; tú vete a dormir y descansa un rato.

-Light, tenemos menos de trece días para impedir una catástrofe. No podemos permitirnos el lujo de parar sólo porque esté un poco cansado. Además, se está haciendo de noche y estarías sola en el desierto; sabes de sobra que los monstruos salen a cazar a estas horas.

-Sé cuidarme de los monstruos, Hope. Puedo dormir a campo abierto sin grandes problemas, lo sabes. Ya sé que han pasado muchos siglos desde entonces, pero supongo que recordarás cómo manteníamos a raya a las fieras del Gran Paals.

-No es lo mismo-replicó Hope, testarudo-. Éstos son auténticos engendros. Y algunos han demostrado ser un peligro incluso para ti.

-Pues será cuestión de poner en práctica de nuevo los hechizos protectores-Lightning se encogió de hombros-. Por tu parte, sólo desconecta y duérmete.

-Por favor, Light, esto es mucho más importante que mi horario de sueño. Si pretendes que por culpa de un descuido mío te pase algo…

Irritada, Lightning alzó un dedo amenazador y lo apuntó hacia el micrófono del transmisor, que llevaba una pequeña cámara incorporada a través de la cual Hope podía ver lo mismo que ella veía. Él no podía verle la cara, pero sí aquel índice señalándole con indiscutible autoridad.

-Hope Estheim-el tono de Lightning no admitía réplica-, vas a apagar el ordenador, vas a subir las escaleras, vas a entrar en tu cuarto y te vas a acostar ahora mismo, si no quieres que vaya y lo haga yo misma. Y no seré ni mucho menos tan comprensiva como ahora.

Hope tardó unos instantes en responder, y cuando lo hizo, por su voz parecía un poco herido en su orgullo.

-No soy un crío para que me vengas con ésas.

-Ya sé que no lo eres-repuso Lightning sin suavizar un ápice el gesto; sabía que, a menos que se mantuviera en su sitio, Hope no se movería del suyo-. Pero deja de actuar como tal.

Su amigo soltó un bufido resignado.

-Viniendo de ti, no me sorprendería que vinieras hasta aquí sólo para mandarme a dormir. Pero creía que ya tenía cierta opinión al respecto…

-Sí, la de no parar hasta caer muerto. Muy inteligente por su parte, Director-ironizó ella llevándose una mano a la frente-. Sigue así y pronto te convertirás en el señor héroe Snow.

-No tiene nada que ver.-protestó Hope, picado.

-Más de lo que tú te piensas. Y ahora, ¿podemos dar por finalizada la discusión sin que tenga que ir a mandarte a la cama?

Se hizo un largo silencio. Finalmente, Lightning escuchó a Hope chasquear la lengua, dubitativo.

-Si se tratara de ti, Light, no me importaría; eres tú la que está ahí fuera, luchando. Yo, en cambio, paso la mayor parte del tiempo entre cuatro paredes y…

-¿Te piensas que soy de hierro?-cortó Lightning rápidamente; ya sabía de qué pie cojeaba Hope-No eres el único que necesita recobrar fuerzas.

-Ah… -la sorpresa dejó momentáneamente sin palabras a su amigo, que de pronto se vio sin argumentos para seguir negándose-Bien, siendo así… De acuerdo, dormiré un poco. Tú ganas, como siempre. Si es que no se te puede llevar la contraria…

Lightning sonrió, a su pesar. Su último comentario le recordaba viejos tiempos, al pequeño Hope de su periplo como lu’Cie, hacía tantísimo tiempo.

-Más te vale que así sea. Sabes que si no te vas a dormir me enteraré, y no quisiera estar en tu pellejo en ese caso.

Hope no pudo evitar reír entre dientes.

-¿Además de diosa guerrera, elegida de Etro y Liberadora de Almas eres criptovidente?

-No necesito criptovisión cuando mi objetivo miente pésimamente mal.
La noche había caído hacía largo rato sobre las suaves y etéreas dunas doradas del desierto, que bajo la pálida luz que se filtraba a través de las nubes parecían despedir destellos plateados.

Lightning había encontrado un hueco en una gran roca que la ocultaba en razonable medida de los hostiles ojos y colmillos de los monstruos, pero por si acaso había dispuesto a su alrededor una serie de protecciones mágicas como Coraza, Escudo y Velo. Había apoyado la espalda en la áspera piedra, con su espada en su regazo, disfrutando del silencio nocturno.

No tenía sueño, pero le venía bien relajarse un poco después de la presión a la que tanto ella como Hope se habían visto sometidos los primeros días después de conocer el aciago destino que se cernía sobre el mundo.

Ya hacía rato que Hope debía de estar durmiendo. Desde aquella última conversación no habían vuelto a hablar, y viniendo de él era señal inequívoca de que no estaba pendiente de ella.

Amparada por la oscuridad de la noche, Lightning no podía evitar recordar una y otra vez la cadena de desgracias que había conducido al mundo al borde de la obliteración más absoluta. Y ella, que era en gran medida responsable de tal situación, lo único que podía hacer era tratar de hacer retroceder la aciaga cuenta atrás con la ayuda de Hope hasta que descubriesen cómo neutralizar las fuerzas del Caos. Ello requería la coordinación perfecta y constante de la divina fuerza y poder de la guerrera y la brillante inteligencia y lógica del científico.

En ese momento, el transmisor, que aún estaba encendido, emitió un extraño ruidito seco. Lightning se irguió, alerta, hasta que se percató de que llevaba largo rato escuchando a través del dispositivo una respiración tranquila y pausada.

La joven guerrera meneó la cabeza, si bien una media sonrisa asomó a sus labios.

-Hope.-llamó suavemente.

La respuesta tardó unos momentos en llegar.

-¿Hm?

-¿No te he dicho que te fueras a la cama?

-Eso he hecho.-repuso Hope adormilado; Lightning enarcó una ceja.

-¿Y te has llevado el transmisor?

-Pues claro-por su tono de voz Lightning supo que su amigo sonreía-. Te dije que trataría de protegerte, ¿no? Si no estoy al tanto, no podré cuidar de ti.

Ella se rió por lo bajo.

-Me hace gracia que precisamente seas tú quien “cuide de mí”.

-Bueno-observó Hope con cierta ironía-, técnicamente ahora soy mayor que tú.

Lightning sonrió, recordando su sorpresa al reencontrarse con él y verlo convertido en un joven más alto que ella, mucho más maduro y también, tenía que admitirlo, mucho más atractivo.

-Cierto. ¿Cuántos años tenías antes de… todo esto?

Él no respondió enseguida. Parecía estar pensando detenidamente la cuestión.

-No estoy seguro… Entre veinticuatro y veintiséis, supongo. Noel me contó que en un momento dado, él y Serah se encontraron conmigo con veintisiete años, pero yo no lo recuerdo con claridad. Quizá las paradojas alteraran de algún modo el pasado, no lo sé.

-Sí-murmuró Lightning-, jugar con el tiempo nunca trae nada bueno.

Hope permaneció en silencio. Sí, el paso del tiempo había sido infinitamente más cruel con ellos que con el resto de sus compañeros: él era el único que no había sido capaz de acceder al Umbral de las Eras, mientras que Lightning se había visto atrapada en un plano donde el tiempo no fluía.

El silencio se alargó durante varios largos momentos.

-¿Qué haces?-preguntó entonces Lightning en voz baja para no asustar a Hope en el caso de que se hubiera quedado dormido.

-Miro el cielo-musitó su amigo-. Hoy está especialmente hermoso.

Lightning sonrió para sus adentros; podía imaginar perfectamente al joven tendido de lado en su cama, con su revuelto cabello plateado sobre la almohada y sus claros ojos color verde agua fijos en el ventanal de su cuarto, perdidos en sus eternas ensoñaciones.

Alzó la vista y contempló la bóveda celeste, cubierta por aquellas densas nubes que tanto le recordaban a las que siempre cubrían Valhalla.

-Pero está nublado-hizo notar la joven guerrera-. Siempre está muy nublado.

-Tú llevas poco tiempo aquí-rió Hope-. Esta noche se filtra mucha más luz de lo habitual. Por lo general las noches eran casi oscuridad total, ya lo sabes.

Si Lightning lo sabía era porque Hope le advertía sobre los peligros nocturnos cada dos por tres. A ella sólo le preocupaban los feroces monstruos que a esas horas salían a cazar; entre sus dones divinos se contaba una felina visión nocturna. Por eso no se había fijado antes en aquel detalle.

-Puede ser-reconoció no muy emocionada-. Aun así, sigue siendo muy oscuro. No me gusta.

-Ya lo sé. Perdona que le dé tantas vueltas, es sólo que… -Hope dudó un instante-Hace tiempo, mirar el cielo era desalentador. Alzabas la vista y lo único que veías era oscuridad, ningún ápice de luz que pudiera guiarte. Simbolizaba perfectamente cómo perdimos la esperanza en el futuro.

Algo en la voz de Hope hizo que el corazón de Lightning se contrajera, haciéndole respirar hondo para aflojar el dolor. Él no solía hablar sobre su vida en Nova Chrysalia a menos que fuera para aportar algún dato que pudiera serles de utilidad en su misión; no tenían tiempo para ponerse a hablar de lo que habían hecho durante todo el tiempo que no se habían visto.

Por primera vez, Lightning pensó que, si bien ella había perdido a su hermana, al menos había dormido durante siglos. En cambio, Hope y los demás supervivientes se habían visto forzados a seguir adelante.

-Pero tú no puedes perder la esperanza-replicó la joven, frunciendo el ceño-. No puedes perderte a ti mismo, Hope.

-Una cosa es que yo me aferrara a la mínima posibilidad de salvación y otra muy distinta es que los demás hicieran lo mismo. A lo largo de todos estos años, muchos decidieron acabar con sus vidas-repuso Hope con tristeza-. Te mentiría si te dijera que yo no me lo planteé en alguna ocasión. A veces, mi nombre no es otra cosa que una carga para mí.

-No tendría por qué-Lightning ladeó la cabeza, sorprendida-. Tienes un nombre precioso. La esperanza es uno de los sentimientos más bellos que existen.

-También uno de los más crueles-murmuró el joven amargamente-. La esperanza no aporta la felicidad, Light. Tan sólo te impulsa a seguir adelante, en una búsqueda que pueda llevarte a dicha felicidad… o condenarte a una vida de falsas ilusiones.

Su respuesta asombró sobremanera a Lightning. Jamás se lo había planteado de aquella forma, para ella la esperanza era lo único que la mantenía y le permitía seguir luchando. Sin embargo… Hope tenía razón. Y la guerrera intuyó, bajo sus palabras, el temor de su amigo: no hacer otra cosa que guiarla a una vana ilusión sin poder aportarle la felicidad que esperaba.

Ante el silencio abatido de Hope, Lightning intentó subirle los ánimos:

-Puedes comparar tu nombre con el mío. El tuyo es un concepto hermoso; en cambio, yo sólo traigo desgracias a quienes me rodean.

-Eso no es así-saltó Hope al punto-. A ti te puede parecer bonito mi nombre, pero creo que el tuyo le da mil vueltas. Es la energía pura que vibra en los cielos y los ilumina en el caos de las tormentas.

Ella no pudo evitar sonreír. Las metáforas soñadoras eran típicas viniendo de Hope; costaba creer que un científico como él se pudiera perder tanto en sus propias fantasías. Y había captado inmediatamente el doble sentido que su amigo había imprimido en su símil.

-Ni siquiera es mi verdadero nombre. No es más que un simple apodo.

-¿Tú crees? Yo diría que no. Quizá no sea tu nombre de nacimiento, pero Lightning es tu verdadero nombre porque es el que tú misma has elegido. No todos tenemos el valor para cambiar quiénes somos.

Una amarga media sonrisa asomó a los labios de Lightning.

-Cambiar tu nombre no implica cambiar quiénes somos.

-De alguna forma sí nos cambia-repuso Hope con dulzura, como si pensara que sus palabras podían herirla-. Dudo mucho que seas la misma que antes después de convertirte en Lightning.

Aquel tipo de observaciones inquietaban a la joven de una forma que no lograba explicarse. Era como si, de alguna manera, Hope leyera a través de ella, y eso que no sabía todos los detalles. Pero era al único a quien le había revelado algunos datos sobre su pasado, y estaba claro que la privilegiada mente de su amigo hacía el resto atando cabos.

-A estas alturas-comentó, medio en broma-, ya ni sé qué o quién soy.

-Para mí eres Light-susurró el joven, su voz sonriéndole suavemente. Lightning sintió un extraño escalofrío-. Para el resto del mundo, no lo sé, y si te digo la verdad, no es que me importe. Pero para mí, que he pasado años mirando un cielo cubierto por la oscuridad, la luz lo es todo.

Sus palabras dejaron en el aire un largo silencio. Lightning notó un súbito calor en sus mejillas, y sacudió la cabeza intentando, sin éxito, enfriarlo. Conocía la sensación, propia de la calidez de Hope, pero nunca la había experimentado de aquella forma.

No estaba segura de si le gustaba o no. Por lo pronto era incómoda.

-¿De verdad? ¿Incluso una luz que se apagó y dejó el mundo abandonado a su suerte durante siglos?-se le ocurrió responder, parte de su amargura aflorando con sus palabras. Tras haber visto el estado en el que había quedado el mundo tras su cristalización, Lightning no podía evitar sentirse culpable por ello. Y por haber dejado tirados a sus amigos en aquel entrópico lugar.

Hope exhaló un suspiro cansado.

-En tu día hiciste lo que consideraste correcto. No seré yo quien te reproche haber elegido proteger el recuerdo de tu hermana-tras una breve pausa, el joven susurró:-. Yo hubiera hecho lo mismo.

-¿El qué? ¿Cristalizarte en memoria de tu hermana?-Lightning no pudo evitar cerrar los ojos con gesto de dolor al recordar a Serah.

-Bueno, no exactamente por una hermana… -admitió Hope, que al fin y al cabo había sido hijo único-Pero sí por una persona a la que amara con la misma intensidad.

Su comentario podría haber sido casual, pero a Lightning le dio la impresión de que algo más había tras sus palabras. No estaba segura de querer saberlo. Parecía ser algo personal, y no sería ella quien se metiera donde no le llamaban.

-No sólo lo hice por Serah… -murmuró la joven guerrera-Mi batalla contra Caius estaba perdida. Mi única posibilidad era cristalizarme y aguardar mi momento. Ése era mi destino.

Una vez más, Hope dejó escapar otro suspiro, pero no comentó nada.

-¿Qué?-le preguntó Lightning ante su deliberado silencio.

-Es un destino cruel… Te obligaron a rendirte con Serah como última esperanza. Y sin embargo, los dioses siguen jugando contigo y con tus sentimientos. Igual que Lumina.

Había dado en el clavo. Aquella chica, Lumina, ponía de los nervios a Lightning cada vez que se cruzaba en su camino. Era tan dolorosamente parecida a Serah… y a la vez, tan diferente. Impredecible.

-No soy la única que parece ser un juguete de los dioses-replicó la joven arrugando la nariz-. Tú también estás involucrado, Hope. No sé por qué, pero lo estás. Y no deberías.

Para su sorpresa, Hope rió suavemente entre dientes. No se había esperado aquella reacción, sobre todo porque su amigo no le tenía mucho aprecio a los dioses.

-Quizá sí, quizá no. No lo sé. Pero la cuestión es que estoy involucrado-repuso, y Lightning casi pudo visualizar su dulce sonrisa-. Y me involucré por mí mismo. Que sea mi destino o no, no me importa. Pero lo hice porque quería. Para eso no necesito órdenes de ningún dios.

Lightning también sonrió, una risa divertida por lo bajo que alivió en parte su creciente rubor. No podía evitarlo, aquel chico seguía teniendo algo que hacía aflorar su faceta más sensible.

-Ojalá pudiera tener un ápice de tu fuerza de voluntad, Hope.

-¿No me correspondería a mí ser quien dijera eso?-bromeó el joven, momentáneamente sorprendido; su tono se volvió serio-Tú eres mi mentora, Light. Si yo la tengo, es gracias a ti. Así que la tienes, no te quepa duda.

Ella negó con la cabeza, suspirando con tristeza.

-Si la tuve, los dioses debieron de arrebatármela.

-No existe un dios capaz de apagar una luz destinada a iluminar toda Nova Chrysalia. Nunca pierdas la esperanza… -Hope hizo una pausa, y después añadió con cierto sarcasmo:-No estás sola ahí fuera, ¿recuerdas? Aún me tienes a mí.

Lightning sonrió, a su pesar. Sí, todavía tenía a Hope. Y sabía que no iba a abandonarla.

Su amigo sería fiel a su nombre. Lo sabía porque ella le había enseñado a serlo.

-Bien-asintió, observando el cielo con la mirada llena de nostalgia, sabiendo que Hope y ella compartían en aquel momento la misma imagen en sus ojos-. Tú tampoco estás solo, Hope. También yo estoy contigo, y lo estaré. Sea o no mi destino.

Hope también sonrió. Lightning lo sabía.

En aquella noche había mucha más luz que en cualquier otra que hubiera caído sobre Nova Chrysalia durante cinco siglos.

Y también en los corazones de ambos, guerrera y científico, separados por el espacio pero unidos por unos nombres cargados de significado y un destino en común en el tiempo.

-Lo sé. Esta noche, más que nunca.

sábado, 6 de abril de 2013

[OS] Guía de Almas



Voces.

Joven mortal.

Hablaban en sus sueños.

Hijo de la Sabiduría, elegido por la Fuerza.

Noche tras noche desde el Hundimiento.

Abandonado por todos como la Necedad.

Palabras sin sentido resonaban en su mente.

La sombra de tu madre te ancla al pasado.

Cada vez con más intensidad.

Tú y yo no somos tan diferentes.

En especial desde el comienzo del fin.

Ambos luchamos por proteger un mundo y fracasamos.

Todo se perdió en un momento.

El pasado nos ha encadenado durante mucho tiempo.

En sus sueños aún escuchaba los lamentos de las almas cautivas.

Pero tú creaste un nuevo mundo cuando todo parecía perdido.

Las ominosas campanadas anunciando la eterna paradoja.

Diste esperanza a mi creación en mi nombre.

Veía la oscuridad infectando cada partícula del mundo.

Yo también crearé un nuevo mundo en pos de esa esperanza.

Y aquella figura cristalizada en un trono de alabastro.

Joven mortal, escucha mi llamada.

Se removió inquieto en sueños.

En ti he visto la Fuerza, la Sabiduría y la Necedad de mis hijos.

Su pálido rostro contraído en un gesto tenso.

Nacido en el refugio de Lindzei.

La débil luz de la luna iluminaba el sudor de su frente.

Marcado por la tierra de Paals.

Sus finas manos apretadas en puños.

Consagrado a hallar el reino de Etro.

Los acelerados latidos de su corazón.

Y atrapado en la maldición de la Madre.

Su cabello plateado destacaba en la oscuridad.

Yo te elijo, portador de la esperanza.

El silencio era absoluto.

Cuando la estrella refulja una vez más en el cielo como el rayo.

Siempre.

Tu mente conducirá la fuerza de su luz.

Excepto en sus sueños.

Tú devolverás su resplandor a la estrella herida.

La voz le hablaba.

Ella iluminará de nuevo tu esperanza perdida.

Siempre.

He oído vuestras plegarias.

 Pero nunca recordaba sus palabras exactas.

He escuchado vuestros deseos.

Sólo la sensación de haber olvidado algo importante.

He observado vuestras promesas.

El fin se acercaba y sólo una cosa le importaba.

Ambos sois mis elegidos.

Si ella no despertaba no podría despedirse jamás.

Juntos llevaréis a las almas cautivas a un mundo de luz y esperanza.

La historia se repetiría.

La Liberadora de Almas.

Mil años después.

El Guía de Almas.

Un suspiro ahogado escapó de los labios del joven.

Liberad a las almas de las cadenas del pasado.

Su cuerpo delgado se estremeció.

Guiadlas a un nuevo hogar donde existe un futuro.

Mechones de cabello plateado ocultaban su rostro.

Hope Estheim.

Sus párpados temblaron.

Sé la esperanza que en los últimos trece días guíe el camino de mi Luz.

Los ojos del joven se abrieron bruscamente, revelando unos iris del color verde del mar.
Hope Estheim se incorporó en su cama, respirando entrecortadamente, su piel pálida y sudorosa.

Tardó unos momentos en calmarse.

Sus ojos se dirigieron hacia la ventana.

Un enorme santuario en ruinas se recortaba contra la luna.

Las voces habían callado.

Pero por primera vez algo había cambiado.

Su memoria no recordaba sus palabras.

Su corazón sí lo hacía.

jueves, 4 de abril de 2013

[OS] Hacia los cielos se alza el fénix



Aquello no podía estar sucediendo. ¡No podía!

-¡Light! Por favor, Light, ¡despierta!

Pero, por desgracia para mí, aquella pesadilla era horriblemente real.

Todavía no sabía qué había pasado, ni dónde estábamos exactamente, ni por qué había perdido el conocimiento. Mi último recuerdo eran los ojos de no menos de cinco monstruos que se abalanzaron sobre mí sin previo aviso…

… y en aquel momento, quién sabe cuánto tiempo después, lo primero que vi al despertar fue a Lightning desplomándose sobre el suelo cubierto de polvo de cristal, aún aferrando aquel sablepistola divino, tan hermoso como letal… al igual que su dueña.

No me importó estar todavía aturdido. Ni que en un principio mis piernas no me respondieran. Nada de lo que me sucediera a mí era importante.

Lightning estaba herida. Eso era lo único que me importaba.

De alguna forma que escapa a mi comprensión había logrado llegar hasta ella sin derrumbarme yo también y arrodillarme a su lado. No había duda, era ella. Exactamente igual a como la recordaba, exceptuando aquella brillante armadura plateada cubriendo su cuerpo, como si fuera una diosa de verdad y no sólo en mi mente…

Pero la Lightning que yo recordaba jamás habría aparecido en mis pensamientos de la forma en que la estaba viendo.

Rota, herida, derrotada… abatida. Sin fuerzas para seguir luchando.

Con todo el cuidado que pude, envolví con mis brazos su flácido y maltrecho cuerpo y traté de incorporarla. Sus sangrantes heridas mancharon de escarlata la tela de mis oscuras ropas, pero me dio exactamente igual. Durante un glorioso segundo cerré los ojos y aspiré lentamente el dulce aroma de Lightning. Estaba allí, entre mis brazos, como tantas otras veces había estado en mis sueños. Estaba viviendo el momento por el cual había luchado durante diez años.

Sin embargo, el olor metálico de la sangre me sacó de mis ensoñaciones. La cruda realidad volvió a golpearme: Lightning se estaba  muriendo. Su respiración entrecortada y su extrema palidez me recordaron que, si no hacía algo pronto, perdería lo único por lo que valía la pena vivir en un mundo devastado como aquél.

Y yo la necesitaba.

Sin luz no puede haber esperanza.

-Light… -me temblaba la voz, teñida de angustia; no podía ver mi luz apagándose de aquella forma-Por favor, abre los ojos…

Ella no reaccionó. Los suaves pero severos rasgos de su pálido rostro estaban contraídos en una mueca de dolor. Notaba su cuerpo temblar y estremecerse, su vida escapando rápidamente de ella.

Yo no sabía qué hacer. El pánico empezaba a apoderarse de mí. Lightning necesitaba ayuda urgentemente o moriría sin remedio.

Sabía que era muy probable que no surtiera efecto. Acababa de recobrar el conocimiento y hacía tiempo que no recurría a mis viejas habilidades como antaño. Pero lo único que se me ocurría era emplear la magia para curar aquellas terribles heridas.

Tragué saliva y alcé una temblorosa mano, intentando recordar el hechizo Cura. No era tarea fácil para alguien que ya no era un lu’Cie y llevaba tiempo sin practicar. Daba igual que en mis tiempos de lu’Cie hubiera sido el más poderoso mago entre mis compañeros.

Tal como me temía, mi mano emitió un tenue resplandor azulado, pero nada más. Me esforcé por despertar el poder mágico de mi interior, pero estaba oxidado tras años sin usarlo. No tardé en percatarme de que, además de no conseguir curar a Lightning, me estaba agotando estúpidamente. Pero cerré los ojos y seguí intentándolo de igual forma.

De pronto, noté cómo algo cálido y frío a la vez me hacía bajar la mano, deteniendo en el acto la frágil corriente de magia que había logrado invocar. Abrí los ojos sobresaltado y miré en rededor en busca del responsable, colérico por la interrupción.

Mi rabia se apagó en el instante en el que mis ojos se cruzaron con dos finas rendijas de color azul hielo.

Lightning había logrado reunir fuerzas de flaqueza para impedir que siguiera con mi inútil hechizo. Su mano sujetaba débilmente la mía, con la firmeza que la caracterizaba a pesar de todo.

Intenté hablar, pero me había quedado sin palabras. Completamente en blanco.

-Hope… -me llegó su voz en un agotado susurro. Nunca la había oído así, y hubiera preferido seguir en la ignorancia. La tristeza que teñía aquella voz atenazó mi corazón como una implacable garra de hielo-Detente…

Yo negué con la cabeza una vez repuesto de la sorpresa, y traté de librarme de su mano –para mi disgusto– para reanudar el hechizo de curación.

Pero ella no me lo permitió. Pese a estar en las últimas, seguía siendo mucho más fuerte que yo. Comprendí que, pasara lo que pasase, Lightning siempre estaría un paso por encima de mí, aunque yo fuera mayor que ella.

-No puedes… hacer nada… por mí… -prosiguió en un hilo de voz todavía más tenue que antes, luchando por mantener los ojos entornados-Márchate, Hope… Déjame aquí… busca a… los demás y… hallad la forma de… proteger este mundo…

-¡No!-recobré el habla en aquel instante, horrorizado. ¿Cómo podía pedirme algo así?-Light, por favor, ¡no puedes rendirte sin luchar! Sin ti… sin ti, ¡el mundo está condenado a la destrucción!

No agregué que también estaría condenándome a mí. Perder a Lightning era una idea tan horrible que el simple pensamiento me dejaba sin respiración.

Un amargo suspiro escapó de sus labios y agitó los mechones de cabello rosado que cubrían su nariz. Habría jurado que intentó esbozar una agridulce sonrisa, pero ni siquiera fue capaz de eso.

-Yo soy… la responsable de la destrucción… El mundo… estará mucho mejor… sin mí… -musitó, la desesperanza tiñendo su voz y atravesando mi corazón como un puñal-Vete… y olvídate de mí… He dado mi vida… para que tú… puedas tomar mi relevo… y yo podré… reunirme con Serah…

Quise replicar, pero las palabras murieron en mi garganta cuando Lightning cerró los ojos y la mano que retenía la mía dejó de ejercer presión. A su lado, el sablepistola cayó al suelo cuando sus dedos perdieron las fuerzas. Su respiración amenazaba con detenerse en cualquier momento, como una tenue vela ante el viento.

-¡Light! ¡No!-exclamé, desesperado, cogiendo de nuevo su mano y estrechándola en un vano intento de hacerla reaccionar otra vez-Light, te lo ruego, ¡mírame! ¡Despierta!

Sólo obtuve por respuesta el silencio y su casi inexistente respiración. Su aliento se resistía a seguir manteniéndola con vida.

No había nada que hacer.

Nada que yo pudiera hacer.

Y entonces fue cuando me derrumbé. Todo mi cuerpo temblaba a causa del dolor y la desesperación. Quería abrazarla con fuerza, pero temía acelerar el fatídico final si lo hacía. Y yo quería estar a su lado todo el tiempo que fuera posible… mientras ella viviera.

¿Por qué tenía que ser durante tan poco tiempo?

Había pasado gran parte de mi vida soñando con volver a ver a Lightning e investigando incansablemente para conseguirlo. Me atrevería a decir que, bajo mi mando, el auténtico objetivo de la Academia fue hallar la forma de traerla de vuelta.

¿Y para qué? ¿Para perderla en el mismo instante en el que la recuperaba?

Luché por contener las lágrimas que inundaron mis ojos. No quería llorar mientras Lightning siguiera con vida. Ella me enseñó a controlar mis emociones, aparte de tantas, tantas otras cosas…

Sin saberlo, Lightning también me enseñó a amar.

Siempre había deseado poder decírselo. Y, una vez más, iba a desaparecer sin que yo pudiera pronunciar aquellas palabras.

Apreté los puños, presa de la más absoluta impotencia, angustia y desesperación. Quería gritar mi rabia a los cielos, cubiertos de grisáceas y densas nubes. Me maldije a mí mismo y a mi suerte. ¿De qué me servía lo que había logrado durante todos aquellos años si no podía hacer nada por salvar la vida de Lightning?

Ella había entregado su vida… por mí. ¿Y yo? Era incapaz de ayudarla cuando realmente me necesitaba.

Cuando yo también la necesitaba.

Había prometido protegerla hacía años, y en aquel momento me di cuenta de lo estúpido que había sido entonces. Era sólo un crío que sólo quería agradecer de alguna forma todo lo que una joven ex soldado había hecho por él. Y había hecho una promesa que, en el peor de todos los momentos, no podía cumplir.

Y eso era algo que jamás podría perdonarme.

Noté cómo mis ojos se llenaban de lágrimas; hice lo posible para contenerlas una vez más. Me odiaba a mí mismo, allí arrodillado con una agonizante Lightning en mis brazos sin poder devolverle la vida que se le escapaba…

Sin poder evitarlo, me quedé mirándola, sintiendo mis mejillas teñirse de un leve rubor. Incluso en sus últimos momentos, Lightning irradiaba un aura tan digna como vulnerable, capaz de fascinar a la persona menos impresionable del mundo. Ni que decir que a mí me dejaba sin aliento. Siempre había comparado a Lightning con una rosa, sobre todo después de la primera vez que invocó a Odín: fría, dura y orgullosa… a la vez que delicada.

La flor más hermosa, aun a punto de encontrar su final.

Mis ojos recorrieron su pálido rostro, su rasguñada y abollada armadura, su cuerpo plagado de terribles heridas, para detenerse en la larga banda de plumas blancas, revueltas y manchadas de sangre, que pendía de su cadera derecha.

Alargué una mano para tocar aquellas níveas plumas que, a mis ojos, hacían todavía más bella a Lightning. Y pensé en ella como un ángel.

El ángel que había velado por mí durante años, guiándome desde algún lugar más allá del tiempo y el espacio.

Un ángel caído en el abrazo de su protegido.

No pude evitar esbozar una amarga sonrisa. Era una metáfora tan adecuada para ella que no sé cómo no se me ocurrió antes. El rayo surge del cielo, iluminando lo que le rodea antes de alcanzar su objetivo. Una mensajera de los designios divinos. Más allá de la realidad, inalcanzable para los mortales.

Inalcanzable para alguien como yo.

Un súbito gemido me hizo aterrizar de nuevo. Lightning se estremecía, su respiración apenas un recuerdo del pasado. Deseé poder consolarla, poder decirle cualquier cosa… ¿pero qué derecho tenía yo, que no había sido capaz siquiera de cumplir mi promesa?

De pronto escuché el sordo sonido de un objeto duro golpeando el suelo a mi lado. Procurando no soltar a Lightning, bajé la mirada en busca de la fuente. Descubrí, para mi sorpresa, mi viejo y fiel bumerán yaciendo plegado sobre el polvo de cristal. Su brillante color anaranjado destacaba poderosamente entre el grisáceo paisaje que nos rodeaba.

Lo cogí con cautela y cierta expectación. Sabía que seguramente se habría caído de su funda, pero tenía la sensación de que intentaba llamar mi atención de alguna manera…

Hacía mucho tiempo que no usaba mi Cortavientos en combate, pero no podía desprenderme de él. Mucha gente me había insistido en que cambiara mi bumerán por un arma más poderosa, pero aquella idea se me antojaba un insulto. Aquel bumerán había sido mi compañero durante todo mi periplo como lu’Cie… junto a Lightning. Ella me había enseñado a combatir y sobrevivir con él, y darle la espalda sería como renegar de mi mentora.

Mi ángel.

Desplegué el arma con una suave sacudida y lo posé sobre el pecho de Lightning, sobre su corazón. Gracias a ella, un arma a la que nadie habría prestado atención se había convertido en algo tan importante para mí.

Me sentía identificado. De no ser por Lightning, nadie se habría preocupado por un chiquillo desvalido como yo. No habría vivido para contarlo, ni habría llegado a ser el director de la Academia.

Ella era mi ángel protector.

Un ángel caído.

Fue entonces cuando lo vi. Grabadas sobre la dura y lustrosa superficie del Cortavientos, unas brillantes palabras aparecieron ante mis asombrados ojos. Unas palabras que había leído incontables veces, pero a las que nunca antes les había prestado atención.

Hacia los cielos se alza el fénix.

Algo se encendió en mi mente al leer la última palabra.

Fénix.

Sinónimo del renacer. Del ascenso desde la más penosa situación hacia las infinitas posibilidades que nos ofrece el futuro.

¿Sería eso lo que Lightning necesitaba? ¿El poder del fénix?

Me mordí el labio, inseguro. Lo más parecido al poder de un fénix eran las colas de fénix, pero aquellas plumas se utilizaban para devolver las energías perdidas. Con heridas tan críticas como las de Lightning no servirían de nada.

Yo conocía el hechizo Lázaro, lo más parecido a los poderes curativos de los fénix a los cuales los magos, o los lu’Cie, podemos aspirar. No era mucho mejor que una cola de fénix, pues ambos métodos tenían las mismas limitaciones: sólo restablecían la energía a aquellos que habían sido abatidos.

Pero tenía que intentarlo… Si no hacía algo, la culpa me perseguiría el resto de mi vida.

Si es que lograba seguir viviendo tras perder a Lightning.

Cerré los ojos, tratando de concentrarme al máximo y serenarme todo lo posible. Posé una mano sobre el pecho acorazado de Lightning, encima del Cortavientos; no era la primera vez que usaba mi bumerán como canalizador mágico, así que podría ser útil para focalizar mi energía curativa. Sentí cómo el color abandonaba mi rostro al percibir los debilísimos latidos del corazón de Lightning, por lo que me apresuré a iniciar el hechizo Lázaro, imprimiendo en él todas mis fuerzas.

Un suave resplandor dorado cubrió mi mano y se expandió hacia el Cortavientos. Pero era inútil, comprendí, cuando varios segundos después me percaté de que el cuerpo de Lightning no asimilaba aquella energía. Ni siquiera un hechizo Lázaro ejecutado a máxima potencia era capaz de devolverle la vida que estaba a punto de perder.

-Light… -mi voz se quebró, rota por el dolor. Ya no pude seguir reteniendo las lágrimas, que rodaron por mis mejillas y cayeron sobre la maltrecha armadura de Lightning. Todo mi cuerpo temblaba incontrolablemente y mi corazón se había partido en mil pedazos, y con él, todo mi mundo. Aparté la mirada, sin poder mantenerla en aquel hermoso rostro, pálido como la muerte que la acechaba inexorablemente.

¿Qué sentido tenía seguir vivo en un mundo sin luz?

Retiré con suma cautela los mechones de cabello rosado que cubrían los ojos cerrados de Lightning. Por un momento me vi a mí mismo en el lugar de Noel, acariciando con desconsolada dulzura el cabello del pálido cuerpo sin vida de Serah, aquel aciago día en el que el Caos de Valhalla se tragó el mundo y destruyó la historia.

Con Serah habían muerto las ganas de Lightning de seguir viviendo.

Había perdido toda esperanza de salvación…

Mis ojos se abrieron como platos en aquel momento. Volví a leer la frase grabada en el Cortavientos, y cuando sentí una nueva llama encenderse tímidamente en mi corazón, comprendí el significado de aquellas palabras.

La esperanza es lo que nos hace volver a levantarnos una y otra vez cuando tocamos fondo, lo que nos hace creer en un futuro y luchar por ello. Nos impulsa a seguir adelante aun cuando todo parece perdido… Nos hace renacer de nuestras cenizas, como el ave fénix.

Hacia los cielos se alza el fénix.

Miré de nuevo a Lightning, el ángel que lo había perdido todo y había caído de los cielos en los que había volado, hermosa e invencible. Lightning había perdido la esperanza de volver a alzarse tan gloriosa como antaño.

Si era esperanza lo que necesitaba…

No me paré a pensar en lo que estaba haciendo. Era consciente de que a Lightning apenas le quedarían un par de minutos de vida, y si no le entregaba aquello que podía hacerla volar de nuevo en aquel mismo momento, sería demasiado tarde.

Invocando de nuevo toda la magia que había en mí, estreché con fuerza el cuerpo roto de Lightning entre mis brazos y cerré los ojos. Esta vez no sólo estaba recurriendo a la magia, sino a los sentimientos por ella que hacía años que ardían en mi corazón con la fuerza de las llamas del alma de un fénix. Aquellas llamas de esperanza que me habían impulsado a seguir adelante, soñando con poder reencontrarme algún día con el ángel que me aguardaba en los vetados cielos.

Derramé toda mi magia y todo mi amor a través de todo mi ser, no sólo mediante mis manos. Sentí mi cuerpo liberar aquella energía en una onda de un dorado rojizo que atravesó mis párpados y se clavó en mis pupilas. Me estaba vaciando a gran velocidad, pero no me importó lo más mínimo.

Porque el cuerpo de Lightning empezó a desprender una suave calidez.

Mi corazón se detuvo un instante cuando noté que el calor que yo perdía lo irradiaba ella. Hundí mi rostro en su suave y sedoso cabello rosado. Pero no quise abrir los ojos hasta que todo hubiera terminado… para bien o para mal.

-Light… -susurré en su oído, sintiendo de nuevo las lágrimas aflorar en mis ojos-Ven conmigo. Álzate a los cielos conmigo… Por favor, no me dejes solo otra vez.

Mis lágrimas escaparon de mis párpados cerrados y cayeron sobre la mejilla de Lightning. En ese momento, el resplandor que nos envolvía se hizo más intenso, tanto que casi hería mi vista. Lightning se estremeció, y oí un vibrante sonido escapar de sus labios.

Entonces todo terminó. Se hizo el silencio y la penumbra cuando no pude mantener un segundo más el hechizo, había agotado hasta la última gota de magia que había en mí.

Inspiré hondo, boqueando como un pez fuera del agua, intentando recobrar el aliento. Me dolía todo el cuerpo, desprovisto de su energía en apenas un minuto. Tal había sido la fuerza que había imprimido en aquel hechizo.

Algo me rozó la barbilla y me hizo cosquillas. Sobresaltado, abrí los ojos, listo para defenderme de lo que fuera si era necesario.

Pero no había sido otra cosa que el cabello de Lightning, que había conseguido alzar la cabeza y respiraba agotada pero con regularidad, la palidez mortecina de su rostro reducida a un débil tono crema salpicado de la sangre de sus heridas.

Sus párpados temblaron antes de abrirse y revelar dos cristalinos ojos azules que tardaron un poco en enfocarme. Sentí mi aliento atascarse en mi garganta y mi rostro encenderse en el instante en el que nuestros ojos se encontraron.

No podía evitarlo. No puedo defenderme de Lightning.

-Hope… -musitó ella, con evidente cansancio en su habitualmente firme voz. Parecía sorprendida, a juzgar por una de sus cejas, ligeramente fruncida.

Mi asombro se vio reemplazado momentáneamente por el alivio y la alegría. La estreché con fuerza entre mis brazos antes de relajarlos, tanto para no hacerle daño como para no clavarme la dura armadura que la cubría.

-Gracias a los dioses… -conseguí articular, soltando de golpe el aire retenido por la expectación-Estás viva… ¿Cómo te encuentras, Light?

-¿A ti… qué te parece?-respondió ella; si necesitaba alguna prueba de que empezaba a recuperarse, su sarcasmo era definitivo-Estaba… a punto de morir… ¿Y tú… me has curado…?

Desvié la mirada, azorado. Daba igual que fuera mayor que ella: Lightning siempre tendría ventaja sobre mí. Aunque eso no me disgustaba, la verdad sea dicha.

-No podía dejar que lo abandonaras todo de esa forma.

-Chico tonto… Mi intención al jugarme la vida… no era que tú arriesgases la tuya… para salvarme.

Esbocé una tímida sonrisa ante su expresión de exasperación. Conocía lo suficiente a Lightning como para saber que era su forma de darme las gracias.

-En esta vida hay cosas que se hacen y punto, ¿no?

-Muy gracioso… Si no estuviera… medio muerta ahora, te recordaría… lo que significa obedecer… cuando te dicen que lo hagas…

Me limité a acentuar mi sonrisa cuando aflojé mi abrazo para pasar mi mano sobre sus heridas para ejecutar, con esfuerzo, el hechizo Cura. Lightning frunció el ceño, pero no trató de impedírmelo. Simplemente me miró con aquellos ojos de hielo, capaces de intimidar a los mismos dioses.

-… ¿Qué?-me atreví a preguntar tras un par de minutos de silencio durante el cual trataba de sanar sus heridas, ante su mirada fija.

Me estaba temiendo una de sus temibles regañinas cuando, inesperadamente, su expresión se suavizó y sus ojos adquirieron un cálido brillo.

No puedo explicar cómo unos ojos de hielo como los suyos pueden irradiar tanta calidez. Pero sí sé que es superior a mí.

-Has… cambiado mucho, Hope.-dijo, esta vez observándome con detenimiento, y juraría que casi con orgullo.

-… Supongo.-fue lo único que se me ocurrió contestar. No es el colmo de la locuacidad, pero es digno de mención teniendo en cuenta que seguía fascinado por su mirada.

Sin embargo, aquella mirada se tornó un poco socarrona.

-Pero en otras cosas… sigues siendo el mismo… -su comentario me pilló un poco por sorpresa, pues en un principio no supe cómo encajarlo; no obstante, no me hizo falta, porque prosiguió:-El mismo pequeño fénix… que hace mucho tiempo renació de las cenizas de sus esperanzas perdidas…

Me quedé sin palabras unos segundos. No me esperaba tales palabras viniendo de la severa, arisca y distante Lightning. No dejaba de haber un tono socarrón en ellas, pero aun así…

-Ojalá pudiera hacer lo propio con las cenizas de los demás.

Al instante me di cuenta de lo tonto que había sonado aquello, pero no puedo evitarlo: siempre que Lightning estaba cerca, yo perdía el control de mis propias palabras.

Sin embargo, no pareció molestarle mucho. Dejó escapar una de sus breves risas entre dientes, un tanto amarga, pero teniendo en cuenta que había perdido a su hermana y acababa de librarse de la muerte, era mucho más de lo que esperaba. La sonrisa que esbozaron sus labios provocó que mi corazón se acelerara y mis mejillas se tiñeran de color.

-No es la primera vez que lo has hecho, Hope.-susurró, sus ojos de hielo sonriéndome suavemente al tiempo que lo hacían sus labios.

Bella, radiante y fascinante incluso con la sangre y el polvo sobre su hermoso rostro. Tan inalcanzable y a la vez tan próxima como un ángel.

No sé si seré un fénix o no.

De lo que estoy seguro es que en ese momento mi corazón se alzó a los cielos.