jueves, 4 de abril de 2013

[OS] Hacia los cielos se alza el fénix



Aquello no podía estar sucediendo. ¡No podía!

-¡Light! Por favor, Light, ¡despierta!

Pero, por desgracia para mí, aquella pesadilla era horriblemente real.

Todavía no sabía qué había pasado, ni dónde estábamos exactamente, ni por qué había perdido el conocimiento. Mi último recuerdo eran los ojos de no menos de cinco monstruos que se abalanzaron sobre mí sin previo aviso…

… y en aquel momento, quién sabe cuánto tiempo después, lo primero que vi al despertar fue a Lightning desplomándose sobre el suelo cubierto de polvo de cristal, aún aferrando aquel sablepistola divino, tan hermoso como letal… al igual que su dueña.

No me importó estar todavía aturdido. Ni que en un principio mis piernas no me respondieran. Nada de lo que me sucediera a mí era importante.

Lightning estaba herida. Eso era lo único que me importaba.

De alguna forma que escapa a mi comprensión había logrado llegar hasta ella sin derrumbarme yo también y arrodillarme a su lado. No había duda, era ella. Exactamente igual a como la recordaba, exceptuando aquella brillante armadura plateada cubriendo su cuerpo, como si fuera una diosa de verdad y no sólo en mi mente…

Pero la Lightning que yo recordaba jamás habría aparecido en mis pensamientos de la forma en que la estaba viendo.

Rota, herida, derrotada… abatida. Sin fuerzas para seguir luchando.

Con todo el cuidado que pude, envolví con mis brazos su flácido y maltrecho cuerpo y traté de incorporarla. Sus sangrantes heridas mancharon de escarlata la tela de mis oscuras ropas, pero me dio exactamente igual. Durante un glorioso segundo cerré los ojos y aspiré lentamente el dulce aroma de Lightning. Estaba allí, entre mis brazos, como tantas otras veces había estado en mis sueños. Estaba viviendo el momento por el cual había luchado durante diez años.

Sin embargo, el olor metálico de la sangre me sacó de mis ensoñaciones. La cruda realidad volvió a golpearme: Lightning se estaba  muriendo. Su respiración entrecortada y su extrema palidez me recordaron que, si no hacía algo pronto, perdería lo único por lo que valía la pena vivir en un mundo devastado como aquél.

Y yo la necesitaba.

Sin luz no puede haber esperanza.

-Light… -me temblaba la voz, teñida de angustia; no podía ver mi luz apagándose de aquella forma-Por favor, abre los ojos…

Ella no reaccionó. Los suaves pero severos rasgos de su pálido rostro estaban contraídos en una mueca de dolor. Notaba su cuerpo temblar y estremecerse, su vida escapando rápidamente de ella.

Yo no sabía qué hacer. El pánico empezaba a apoderarse de mí. Lightning necesitaba ayuda urgentemente o moriría sin remedio.

Sabía que era muy probable que no surtiera efecto. Acababa de recobrar el conocimiento y hacía tiempo que no recurría a mis viejas habilidades como antaño. Pero lo único que se me ocurría era emplear la magia para curar aquellas terribles heridas.

Tragué saliva y alcé una temblorosa mano, intentando recordar el hechizo Cura. No era tarea fácil para alguien que ya no era un lu’Cie y llevaba tiempo sin practicar. Daba igual que en mis tiempos de lu’Cie hubiera sido el más poderoso mago entre mis compañeros.

Tal como me temía, mi mano emitió un tenue resplandor azulado, pero nada más. Me esforcé por despertar el poder mágico de mi interior, pero estaba oxidado tras años sin usarlo. No tardé en percatarme de que, además de no conseguir curar a Lightning, me estaba agotando estúpidamente. Pero cerré los ojos y seguí intentándolo de igual forma.

De pronto, noté cómo algo cálido y frío a la vez me hacía bajar la mano, deteniendo en el acto la frágil corriente de magia que había logrado invocar. Abrí los ojos sobresaltado y miré en rededor en busca del responsable, colérico por la interrupción.

Mi rabia se apagó en el instante en el que mis ojos se cruzaron con dos finas rendijas de color azul hielo.

Lightning había logrado reunir fuerzas de flaqueza para impedir que siguiera con mi inútil hechizo. Su mano sujetaba débilmente la mía, con la firmeza que la caracterizaba a pesar de todo.

Intenté hablar, pero me había quedado sin palabras. Completamente en blanco.

-Hope… -me llegó su voz en un agotado susurro. Nunca la había oído así, y hubiera preferido seguir en la ignorancia. La tristeza que teñía aquella voz atenazó mi corazón como una implacable garra de hielo-Detente…

Yo negué con la cabeza una vez repuesto de la sorpresa, y traté de librarme de su mano –para mi disgusto– para reanudar el hechizo de curación.

Pero ella no me lo permitió. Pese a estar en las últimas, seguía siendo mucho más fuerte que yo. Comprendí que, pasara lo que pasase, Lightning siempre estaría un paso por encima de mí, aunque yo fuera mayor que ella.

-No puedes… hacer nada… por mí… -prosiguió en un hilo de voz todavía más tenue que antes, luchando por mantener los ojos entornados-Márchate, Hope… Déjame aquí… busca a… los demás y… hallad la forma de… proteger este mundo…

-¡No!-recobré el habla en aquel instante, horrorizado. ¿Cómo podía pedirme algo así?-Light, por favor, ¡no puedes rendirte sin luchar! Sin ti… sin ti, ¡el mundo está condenado a la destrucción!

No agregué que también estaría condenándome a mí. Perder a Lightning era una idea tan horrible que el simple pensamiento me dejaba sin respiración.

Un amargo suspiro escapó de sus labios y agitó los mechones de cabello rosado que cubrían su nariz. Habría jurado que intentó esbozar una agridulce sonrisa, pero ni siquiera fue capaz de eso.

-Yo soy… la responsable de la destrucción… El mundo… estará mucho mejor… sin mí… -musitó, la desesperanza tiñendo su voz y atravesando mi corazón como un puñal-Vete… y olvídate de mí… He dado mi vida… para que tú… puedas tomar mi relevo… y yo podré… reunirme con Serah…

Quise replicar, pero las palabras murieron en mi garganta cuando Lightning cerró los ojos y la mano que retenía la mía dejó de ejercer presión. A su lado, el sablepistola cayó al suelo cuando sus dedos perdieron las fuerzas. Su respiración amenazaba con detenerse en cualquier momento, como una tenue vela ante el viento.

-¡Light! ¡No!-exclamé, desesperado, cogiendo de nuevo su mano y estrechándola en un vano intento de hacerla reaccionar otra vez-Light, te lo ruego, ¡mírame! ¡Despierta!

Sólo obtuve por respuesta el silencio y su casi inexistente respiración. Su aliento se resistía a seguir manteniéndola con vida.

No había nada que hacer.

Nada que yo pudiera hacer.

Y entonces fue cuando me derrumbé. Todo mi cuerpo temblaba a causa del dolor y la desesperación. Quería abrazarla con fuerza, pero temía acelerar el fatídico final si lo hacía. Y yo quería estar a su lado todo el tiempo que fuera posible… mientras ella viviera.

¿Por qué tenía que ser durante tan poco tiempo?

Había pasado gran parte de mi vida soñando con volver a ver a Lightning e investigando incansablemente para conseguirlo. Me atrevería a decir que, bajo mi mando, el auténtico objetivo de la Academia fue hallar la forma de traerla de vuelta.

¿Y para qué? ¿Para perderla en el mismo instante en el que la recuperaba?

Luché por contener las lágrimas que inundaron mis ojos. No quería llorar mientras Lightning siguiera con vida. Ella me enseñó a controlar mis emociones, aparte de tantas, tantas otras cosas…

Sin saberlo, Lightning también me enseñó a amar.

Siempre había deseado poder decírselo. Y, una vez más, iba a desaparecer sin que yo pudiera pronunciar aquellas palabras.

Apreté los puños, presa de la más absoluta impotencia, angustia y desesperación. Quería gritar mi rabia a los cielos, cubiertos de grisáceas y densas nubes. Me maldije a mí mismo y a mi suerte. ¿De qué me servía lo que había logrado durante todos aquellos años si no podía hacer nada por salvar la vida de Lightning?

Ella había entregado su vida… por mí. ¿Y yo? Era incapaz de ayudarla cuando realmente me necesitaba.

Cuando yo también la necesitaba.

Había prometido protegerla hacía años, y en aquel momento me di cuenta de lo estúpido que había sido entonces. Era sólo un crío que sólo quería agradecer de alguna forma todo lo que una joven ex soldado había hecho por él. Y había hecho una promesa que, en el peor de todos los momentos, no podía cumplir.

Y eso era algo que jamás podría perdonarme.

Noté cómo mis ojos se llenaban de lágrimas; hice lo posible para contenerlas una vez más. Me odiaba a mí mismo, allí arrodillado con una agonizante Lightning en mis brazos sin poder devolverle la vida que se le escapaba…

Sin poder evitarlo, me quedé mirándola, sintiendo mis mejillas teñirse de un leve rubor. Incluso en sus últimos momentos, Lightning irradiaba un aura tan digna como vulnerable, capaz de fascinar a la persona menos impresionable del mundo. Ni que decir que a mí me dejaba sin aliento. Siempre había comparado a Lightning con una rosa, sobre todo después de la primera vez que invocó a Odín: fría, dura y orgullosa… a la vez que delicada.

La flor más hermosa, aun a punto de encontrar su final.

Mis ojos recorrieron su pálido rostro, su rasguñada y abollada armadura, su cuerpo plagado de terribles heridas, para detenerse en la larga banda de plumas blancas, revueltas y manchadas de sangre, que pendía de su cadera derecha.

Alargué una mano para tocar aquellas níveas plumas que, a mis ojos, hacían todavía más bella a Lightning. Y pensé en ella como un ángel.

El ángel que había velado por mí durante años, guiándome desde algún lugar más allá del tiempo y el espacio.

Un ángel caído en el abrazo de su protegido.

No pude evitar esbozar una amarga sonrisa. Era una metáfora tan adecuada para ella que no sé cómo no se me ocurrió antes. El rayo surge del cielo, iluminando lo que le rodea antes de alcanzar su objetivo. Una mensajera de los designios divinos. Más allá de la realidad, inalcanzable para los mortales.

Inalcanzable para alguien como yo.

Un súbito gemido me hizo aterrizar de nuevo. Lightning se estremecía, su respiración apenas un recuerdo del pasado. Deseé poder consolarla, poder decirle cualquier cosa… ¿pero qué derecho tenía yo, que no había sido capaz siquiera de cumplir mi promesa?

De pronto escuché el sordo sonido de un objeto duro golpeando el suelo a mi lado. Procurando no soltar a Lightning, bajé la mirada en busca de la fuente. Descubrí, para mi sorpresa, mi viejo y fiel bumerán yaciendo plegado sobre el polvo de cristal. Su brillante color anaranjado destacaba poderosamente entre el grisáceo paisaje que nos rodeaba.

Lo cogí con cautela y cierta expectación. Sabía que seguramente se habría caído de su funda, pero tenía la sensación de que intentaba llamar mi atención de alguna manera…

Hacía mucho tiempo que no usaba mi Cortavientos en combate, pero no podía desprenderme de él. Mucha gente me había insistido en que cambiara mi bumerán por un arma más poderosa, pero aquella idea se me antojaba un insulto. Aquel bumerán había sido mi compañero durante todo mi periplo como lu’Cie… junto a Lightning. Ella me había enseñado a combatir y sobrevivir con él, y darle la espalda sería como renegar de mi mentora.

Mi ángel.

Desplegué el arma con una suave sacudida y lo posé sobre el pecho de Lightning, sobre su corazón. Gracias a ella, un arma a la que nadie habría prestado atención se había convertido en algo tan importante para mí.

Me sentía identificado. De no ser por Lightning, nadie se habría preocupado por un chiquillo desvalido como yo. No habría vivido para contarlo, ni habría llegado a ser el director de la Academia.

Ella era mi ángel protector.

Un ángel caído.

Fue entonces cuando lo vi. Grabadas sobre la dura y lustrosa superficie del Cortavientos, unas brillantes palabras aparecieron ante mis asombrados ojos. Unas palabras que había leído incontables veces, pero a las que nunca antes les había prestado atención.

Hacia los cielos se alza el fénix.

Algo se encendió en mi mente al leer la última palabra.

Fénix.

Sinónimo del renacer. Del ascenso desde la más penosa situación hacia las infinitas posibilidades que nos ofrece el futuro.

¿Sería eso lo que Lightning necesitaba? ¿El poder del fénix?

Me mordí el labio, inseguro. Lo más parecido al poder de un fénix eran las colas de fénix, pero aquellas plumas se utilizaban para devolver las energías perdidas. Con heridas tan críticas como las de Lightning no servirían de nada.

Yo conocía el hechizo Lázaro, lo más parecido a los poderes curativos de los fénix a los cuales los magos, o los lu’Cie, podemos aspirar. No era mucho mejor que una cola de fénix, pues ambos métodos tenían las mismas limitaciones: sólo restablecían la energía a aquellos que habían sido abatidos.

Pero tenía que intentarlo… Si no hacía algo, la culpa me perseguiría el resto de mi vida.

Si es que lograba seguir viviendo tras perder a Lightning.

Cerré los ojos, tratando de concentrarme al máximo y serenarme todo lo posible. Posé una mano sobre el pecho acorazado de Lightning, encima del Cortavientos; no era la primera vez que usaba mi bumerán como canalizador mágico, así que podría ser útil para focalizar mi energía curativa. Sentí cómo el color abandonaba mi rostro al percibir los debilísimos latidos del corazón de Lightning, por lo que me apresuré a iniciar el hechizo Lázaro, imprimiendo en él todas mis fuerzas.

Un suave resplandor dorado cubrió mi mano y se expandió hacia el Cortavientos. Pero era inútil, comprendí, cuando varios segundos después me percaté de que el cuerpo de Lightning no asimilaba aquella energía. Ni siquiera un hechizo Lázaro ejecutado a máxima potencia era capaz de devolverle la vida que estaba a punto de perder.

-Light… -mi voz se quebró, rota por el dolor. Ya no pude seguir reteniendo las lágrimas, que rodaron por mis mejillas y cayeron sobre la maltrecha armadura de Lightning. Todo mi cuerpo temblaba incontrolablemente y mi corazón se había partido en mil pedazos, y con él, todo mi mundo. Aparté la mirada, sin poder mantenerla en aquel hermoso rostro, pálido como la muerte que la acechaba inexorablemente.

¿Qué sentido tenía seguir vivo en un mundo sin luz?

Retiré con suma cautela los mechones de cabello rosado que cubrían los ojos cerrados de Lightning. Por un momento me vi a mí mismo en el lugar de Noel, acariciando con desconsolada dulzura el cabello del pálido cuerpo sin vida de Serah, aquel aciago día en el que el Caos de Valhalla se tragó el mundo y destruyó la historia.

Con Serah habían muerto las ganas de Lightning de seguir viviendo.

Había perdido toda esperanza de salvación…

Mis ojos se abrieron como platos en aquel momento. Volví a leer la frase grabada en el Cortavientos, y cuando sentí una nueva llama encenderse tímidamente en mi corazón, comprendí el significado de aquellas palabras.

La esperanza es lo que nos hace volver a levantarnos una y otra vez cuando tocamos fondo, lo que nos hace creer en un futuro y luchar por ello. Nos impulsa a seguir adelante aun cuando todo parece perdido… Nos hace renacer de nuestras cenizas, como el ave fénix.

Hacia los cielos se alza el fénix.

Miré de nuevo a Lightning, el ángel que lo había perdido todo y había caído de los cielos en los que había volado, hermosa e invencible. Lightning había perdido la esperanza de volver a alzarse tan gloriosa como antaño.

Si era esperanza lo que necesitaba…

No me paré a pensar en lo que estaba haciendo. Era consciente de que a Lightning apenas le quedarían un par de minutos de vida, y si no le entregaba aquello que podía hacerla volar de nuevo en aquel mismo momento, sería demasiado tarde.

Invocando de nuevo toda la magia que había en mí, estreché con fuerza el cuerpo roto de Lightning entre mis brazos y cerré los ojos. Esta vez no sólo estaba recurriendo a la magia, sino a los sentimientos por ella que hacía años que ardían en mi corazón con la fuerza de las llamas del alma de un fénix. Aquellas llamas de esperanza que me habían impulsado a seguir adelante, soñando con poder reencontrarme algún día con el ángel que me aguardaba en los vetados cielos.

Derramé toda mi magia y todo mi amor a través de todo mi ser, no sólo mediante mis manos. Sentí mi cuerpo liberar aquella energía en una onda de un dorado rojizo que atravesó mis párpados y se clavó en mis pupilas. Me estaba vaciando a gran velocidad, pero no me importó lo más mínimo.

Porque el cuerpo de Lightning empezó a desprender una suave calidez.

Mi corazón se detuvo un instante cuando noté que el calor que yo perdía lo irradiaba ella. Hundí mi rostro en su suave y sedoso cabello rosado. Pero no quise abrir los ojos hasta que todo hubiera terminado… para bien o para mal.

-Light… -susurré en su oído, sintiendo de nuevo las lágrimas aflorar en mis ojos-Ven conmigo. Álzate a los cielos conmigo… Por favor, no me dejes solo otra vez.

Mis lágrimas escaparon de mis párpados cerrados y cayeron sobre la mejilla de Lightning. En ese momento, el resplandor que nos envolvía se hizo más intenso, tanto que casi hería mi vista. Lightning se estremeció, y oí un vibrante sonido escapar de sus labios.

Entonces todo terminó. Se hizo el silencio y la penumbra cuando no pude mantener un segundo más el hechizo, había agotado hasta la última gota de magia que había en mí.

Inspiré hondo, boqueando como un pez fuera del agua, intentando recobrar el aliento. Me dolía todo el cuerpo, desprovisto de su energía en apenas un minuto. Tal había sido la fuerza que había imprimido en aquel hechizo.

Algo me rozó la barbilla y me hizo cosquillas. Sobresaltado, abrí los ojos, listo para defenderme de lo que fuera si era necesario.

Pero no había sido otra cosa que el cabello de Lightning, que había conseguido alzar la cabeza y respiraba agotada pero con regularidad, la palidez mortecina de su rostro reducida a un débil tono crema salpicado de la sangre de sus heridas.

Sus párpados temblaron antes de abrirse y revelar dos cristalinos ojos azules que tardaron un poco en enfocarme. Sentí mi aliento atascarse en mi garganta y mi rostro encenderse en el instante en el que nuestros ojos se encontraron.

No podía evitarlo. No puedo defenderme de Lightning.

-Hope… -musitó ella, con evidente cansancio en su habitualmente firme voz. Parecía sorprendida, a juzgar por una de sus cejas, ligeramente fruncida.

Mi asombro se vio reemplazado momentáneamente por el alivio y la alegría. La estreché con fuerza entre mis brazos antes de relajarlos, tanto para no hacerle daño como para no clavarme la dura armadura que la cubría.

-Gracias a los dioses… -conseguí articular, soltando de golpe el aire retenido por la expectación-Estás viva… ¿Cómo te encuentras, Light?

-¿A ti… qué te parece?-respondió ella; si necesitaba alguna prueba de que empezaba a recuperarse, su sarcasmo era definitivo-Estaba… a punto de morir… ¿Y tú… me has curado…?

Desvié la mirada, azorado. Daba igual que fuera mayor que ella: Lightning siempre tendría ventaja sobre mí. Aunque eso no me disgustaba, la verdad sea dicha.

-No podía dejar que lo abandonaras todo de esa forma.

-Chico tonto… Mi intención al jugarme la vida… no era que tú arriesgases la tuya… para salvarme.

Esbocé una tímida sonrisa ante su expresión de exasperación. Conocía lo suficiente a Lightning como para saber que era su forma de darme las gracias.

-En esta vida hay cosas que se hacen y punto, ¿no?

-Muy gracioso… Si no estuviera… medio muerta ahora, te recordaría… lo que significa obedecer… cuando te dicen que lo hagas…

Me limité a acentuar mi sonrisa cuando aflojé mi abrazo para pasar mi mano sobre sus heridas para ejecutar, con esfuerzo, el hechizo Cura. Lightning frunció el ceño, pero no trató de impedírmelo. Simplemente me miró con aquellos ojos de hielo, capaces de intimidar a los mismos dioses.

-… ¿Qué?-me atreví a preguntar tras un par de minutos de silencio durante el cual trataba de sanar sus heridas, ante su mirada fija.

Me estaba temiendo una de sus temibles regañinas cuando, inesperadamente, su expresión se suavizó y sus ojos adquirieron un cálido brillo.

No puedo explicar cómo unos ojos de hielo como los suyos pueden irradiar tanta calidez. Pero sí sé que es superior a mí.

-Has… cambiado mucho, Hope.-dijo, esta vez observándome con detenimiento, y juraría que casi con orgullo.

-… Supongo.-fue lo único que se me ocurrió contestar. No es el colmo de la locuacidad, pero es digno de mención teniendo en cuenta que seguía fascinado por su mirada.

Sin embargo, aquella mirada se tornó un poco socarrona.

-Pero en otras cosas… sigues siendo el mismo… -su comentario me pilló un poco por sorpresa, pues en un principio no supe cómo encajarlo; no obstante, no me hizo falta, porque prosiguió:-El mismo pequeño fénix… que hace mucho tiempo renació de las cenizas de sus esperanzas perdidas…

Me quedé sin palabras unos segundos. No me esperaba tales palabras viniendo de la severa, arisca y distante Lightning. No dejaba de haber un tono socarrón en ellas, pero aun así…

-Ojalá pudiera hacer lo propio con las cenizas de los demás.

Al instante me di cuenta de lo tonto que había sonado aquello, pero no puedo evitarlo: siempre que Lightning estaba cerca, yo perdía el control de mis propias palabras.

Sin embargo, no pareció molestarle mucho. Dejó escapar una de sus breves risas entre dientes, un tanto amarga, pero teniendo en cuenta que había perdido a su hermana y acababa de librarse de la muerte, era mucho más de lo que esperaba. La sonrisa que esbozaron sus labios provocó que mi corazón se acelerara y mis mejillas se tiñeran de color.

-No es la primera vez que lo has hecho, Hope.-susurró, sus ojos de hielo sonriéndome suavemente al tiempo que lo hacían sus labios.

Bella, radiante y fascinante incluso con la sangre y el polvo sobre su hermoso rostro. Tan inalcanzable y a la vez tan próxima como un ángel.

No sé si seré un fénix o no.

De lo que estoy seguro es que en ese momento mi corazón se alzó a los cielos.

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